lunes, 16 de noviembre de 2020

la noche de luna nueva

 Qué amargura. Ni salud ni plata ni amor. Job estuvo así, y peor, y no dejó de confiar en Dios, y gracias a eso Dios le ganó la apuesta al Diablo. Sí, el Libro de Job parece un chiste, pero es que la vida también tiene sus chistes macabros. En fin, no me enrollo. Abrí esto para contar parte de la noche del sábado pasado en Ibrahim.

--Y ahora yo... ¿me quedo sin nada? --gime al móvil, junto a la barandilla de la escalinata, la mujer mal encarada que tiene dos perritos negros que dejan las cagadas en las puertas de los vecinos de otra calle que no es la suya--. Y hay una gitanilla ahí que tiene tres hijos y nada... --habla de eso que los enemigos del Gobierno central llaman paguita, que la solicitó, y nada--... Y tienes que estar con la escafandra puesta... No me digas nada que estoy que exploto...

--Ñoc, muchacho, como te estás hartando --Marcos a Miguel.

--Yo con la gente extraña... mira el pibe ese que parece nada y a lo mejor es un (policía) secreto. --El coronel Narro, sospechando de los desconocidos que llegan al bar. Más desconocidas que desconocidos. Entre unas 20 blancas dos negras. Las negras, una de Senegal y otra de Nigeria, son savia viva y bellas como el cielo claro; las blancas parecen desvaídas, mortecinas, sin gracia ninguna.

--Me encuentro cansada... --la mujer de los perritos, acercándose al gordo K y entablando con él una conversación que parece secreta, en voz baja.

--¿Dónde vas?... y más con esa cabeza que tienes --Narro a no sé quién--... Eso lo hacen allá en Los Abrigos en la cueva de...

--...Alí Babá.

--Iba a decir en la cueva de hermano Pedro, y ella dice de Alí Babá, la de los 42 ladrones.

--Máximo seis personas --señala uno el gentío de veinte mujeres blancas y dos negras en el recinto del bar.

--Aquí lo que mola son las perras --se queja Narro--. A los del barrio no nos deja estar más de dos en la barra y mira ahora...

La senegalesa, ahora sentada en una de las sillas de la escalinata, lo mira. Narro, cargadito de nieve hollada, interpreta mal, o quiere mal interpretar, y le habla mal.

--Esos ojos penetrantes que me miraron ahora --dice, con la mirada clavada en la mujer de Senegal-- no sé qué querían decir pero me da igual.

La bella muchacha responde con el silencio y apartando la vista. Narro sigue a lo suyo.

--Vamos, a la rica pandemia... que sigan entrando y yo sigo cobrando...

En casa empiezo a sentirme con el pecho pesado. Por un momento creo que es el puto virus, pero no; es el exceso de tabaco. Corté el tabaco, a pesar del mono, y se me alivió el pecho. En elambulatorio hoy, tercer intento, me cambian el formato de las inyecciones semanales. Espero que esta vez me lo hayan cambiado. Nada grave. Descansar de la medicina un par de semanas no creo que me siente mal, y se me sienta mal me jodo. Qué vamos a hacer.

Siao Ling ya no me llama para ir a comer el día que el marido no está. Era una disculpa para viajar a San Andrés y respirar el aire del mar. En fin, sin dinero, sin aire del mar, sin amor y... menos mal que se me alivió el peso del pecho. Menos da una piedra.

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