miércoles, 2 de septiembre de 2020

Vale, la obra inédita es un peso que te impide pasar a un nuevo menester; pero siempre que la repaso, hay mejorías. Siempre hay una palabra que sobra y otra que falta. Lo mismo pasa con las frases. Pero también con la estructura. Hoy estuve con la poesía. Dos obras diferentes. Una grave y seca (Balada para una cantante) y la otra ligera y húmeda (Coplas de Juan Cabrón). La primera se alimenta de uno en gran parte, escenas biográficas y sentimientos sentidos de verdad en otro tiempo. A veces tiene razón Martín cuando dice que la mejor poesía de amor se escribe cuando el amor ya ha pasado. Esa obra se la debo a una historia de amor frustrada. En cierto modo es romántica pero también antirromántica. Es de intimidad, de eso que uno sólo se dice a si mismo, y de urdimbres callejeras, de cambulloneos y traiciones. La traición --me doy cuenta ahora-- aparece como un eco dentro de la obra, es el asunto principal en varios episodios distintos.
Las coplas de Juan Cabrón, en cambio, no se alimentan de la historia personal. Es cocina de ficción pura. Todo está inventado. También hay poemas de amor en el Juan Cabrón, piezas que aisladas podrían sonar de un modo casi exquisito; pero situadas en ese tinglado son rizos de la burla de un cínico. En fin, aún les falta a las dos obras un poco para terminar de madurar, y además cuando el amor aparece --y en cierto modo es correspondido-- se anima uno a seguir trabajando y que la cosa quede lo mejor posible.

Lo que no es mejor es cambiar el día por la noche. Si pretendo tener éxito --a pesar de las dificultades-- debería ir a dormir temprano y levantarme cuando comienzan a cantar los pájaros. Pero la escritura, al contrario que la pintura, en mi caso es un oficio nocturno, De noches blancas. Estoy en ello porque Anghel me ha animado a entregarle una novela. Barrio chino la leyó EGR y le despertó buena consideración, pero esa obra todavía necesita algún detalle, o algunos detalles, que la redondeen. Más lista para salir está la otra. La del hermano tonto que mata a su hermano listo y se convierte en el laja malvado y calculador que fue su hermano. Por eso me metí a repasarla. También necesita repaso. Siempre hay una palabra de más y otra de menos. Si tuviera con la vida normal la misma disciplina que tengo con esas escrituras, otro gallo me cantaría. Por eso quiero dejar la literatura. Si quiero ser correspondido como es debido, es de perogrullo que tengo que estar más sano, más fuerte y más ordenado.

En fin, será lo que Dios quiera. Ya son las seis de la mañana. Esta noche no hice nada en la novela.
 

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