martes, 12 de junio de 2018

Un lector atento me manda un correo y me dice que escriba una novela con el estilo del espiche de ayer, o un libro de cuentos, tipo Cucarachas con Chanel o Mejor cuando improvisas. Le faltó añadir un tercer título: Baile de tapados. Claro que haría ese libro de cuentos, o esa novela, apoyado en esas otras de JRamallo, Juan Royo e Ignacio Gaspar. Tres pies de un banco donde poner el culo. Y si alguna pata está averiada, se arregla. Escribiría El libro del buen amor, del arcipreste, o Vidas de santos, de Berceo. O sea, sería una novela en versos. No sé si todavía estoy a tiempo de que me admitan en un monasterio. Llevaría esas tres novelas, como único material de referencia, estilos y construcciones. Tendría que ser un monasterio casto, sin menesteres sexuales, por el día trabajando la tierra, por la tarde viendo crecer las plantas y por las noches fabricando la obra. Si no hay castidad, tendría que ser de monjas el monasterio, y yo el cura o el arcipreste que las visitara, o el jardinero, como en un cuento de Bocaccio. Entonces no escribiría nada, sino sentado sobre una piedra, contemplando cómo los bichos se comen la narrativa canaria del siglo XXI me pondría a cantar coplas con los pájaros.

Donde yo pongo las alas
hay un camino,
donde florecen las rosas
del campesino.

A la sombra del almendro
hemos de tener el nido,
y con el tiempo al acecho
hay que ser atrevido.

No importa, sor María,
que estés casada con Cristo,
cuando la tierra es buena
comparte hierba y olivo.

Hablemos aquí muy juntos
en los modos de la piedra
pues que después del amor
hay que cultivar la huerta.

Esto me recuerda que versos así me hacen falta en las Coplas de Juan Cabrón, para que no esté aquello demasiado crudo y cínico. Una voz que sirva de contrapunto sobre el modo de ver la historia. Coño, no me digan que escriba una novela y no sé qué. Lo que quiero es quitarme de encima todo lo inédito. Y meterme en un monasterio, y entonces me pongo a hacer hoyos, a trabajar en las tumbas de todos los monjes. La mía la primera. Los moribundos pasarían a los hoyos, y morirían viendo el cielo, y si llueve y cogen un resfriado, mala suerte. No todo es perfecto


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