miércoles, 13 de junio de 2018

Todo escritor desea que su obra sea reconocida aunque él se oculte en un sinónimo. Si yo tuviese billetes todo esto lo pasaría a papel. Pero ya me cuesta meter en camino lo que escribo al margen de la red. Le doy a la red lo que es de la red y al papel lo que es del papel. Esto es una competición, una carrera, cien metros lisos, maratón, corredor de fondo, da igual. La carrera está ahí y para correrla hay que estar preparado. Tener potencia, jugar con la mentira y la verdad como gato con el ratón. Pero la meta, recuerdo a una amiga, "es el olvido". Cuántos olvidados. Son tan pocos los que sacrificaron todo y supieron que hay obras que no tienen olvido. En fin.
Hablamos de un oficio. De algo que otros aprendieron antes que nosotros. Una novela no es la vida pero la refleja. Saber construir el reflejo de la vida es una maestría que se adquiere con inteligencia, intuición e instinto, y abarca todos los espacios que ocupa la vida: el público (calles, plazas, bares...) y el privado (cocina, dormitorio, wáter...) y sobre todo todos los sonidos, los que hay dentro de ti y los que hay fuera de ti.
Y ahora voy a ver si me aprendo el papel que mañana tengo ensayo.

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