miércoles, 27 de junio de 2018

Grosso modo debo contar el sueño de esta mañana. La veía en el hospital, nos besamos... despistado con ella pierdó de vista a mi hija... La encontré, con ayuda de un celador, en una cámara refrigeradora, muerta de frío, con una tacita de café helado. Mientras yo calentaba el café con soplidos de aire caliente, mi hija también se reanimaba del frío que había pasado.
Este fue el sueño. Por la tarde paré en un barito de la avenida de Venezuela, camino del club de lectura, y sonó el teléfono. Un número al que no he podido coger nunca la llamada y luego llamo yo y apenas hay señal, se corta la llamada. Sospecho que es ella la que me llama. Oí sonar el móvil, sentado en el taburete, preguntando por el partido, y no me di cuenta que era el mío y cuando lo quise descolgar, demasiado tarde. Llamé. Nada. Lo mismo.
Al club asistió, entre otras y otros, Ana la filósofa que se ha leído toda la novela. La maldita novela que estamos leyendo ahora. Pero como soy masoquista, saco fruto de lo mal hecho. Qué mal estructurada y qué mal contada. Espero que Dos moscas enemigas esté mejor contada. La estructura tiene semejanzas con El sistema Victoria. En la dos una persona cercana al protagonista sufre un coma. Una simple ocurrencia de la imaginación se puede convertir en un quebradero si no se resuelve bien.
Tengo que mirar el autor en google (Éric Reinhardt). Sospecho algo de por qué Ana lo defiende tanto.
--Es la novela de una ninfómana --dijo ella.
De acuerdo.
En dos moscas también hay una ninfómana, en un distinguido segundo plano.

Victoria encontró al hombre que necesitaba. Un tipo que la tiene siempre parada y nunca se corre, con Victoria. Con su mujer sí. En las dos moscas enemigas, el protagonista se cansa pronto de la ninfómana, en cuanto surge otra más acoplada a sus ritmos. Los arrebatos sexuales, físicos meramente o cargados de emociones, a veces encontradas, son la raíz del crimen, y envuelven una trama casi costumbrista, salvo en el estilo, que es realista, todo lo crudo que he podido servirlo. El costumbrismo, no sé cómo llamarlo, es la parte que se alimentó de lo real. El realismo, la parte criminal, fue pura imaginación, o está siendo.
En fin. 

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