miércoles, 6 de junio de 2018

Una amiga que camina con sandalias que le dañan los pies por la calle Wolfson me pregunta porque voy a escribir en el blog y no en facebook donde hay más lectores. En roman paladino le diría que los lectores me importan nada. A menos que escriba personalmente, y entonces no sería lector sino lectora. Me acuerdo de la calle Wolfson. Allí vivía Sara, uruguaya, mujer jirafa. La conocí en una barra americana. Follábamos en su casa, una vez en la de Marcelino y varias veces bajo los puentes de Santa Pus. Què buena era. Dios, otra así no la hallo en la vida. Me decía que yo estaba destinado a ser millonario. Como zahorina no era muy buena. En lo demás sí. Me mandaba cartas a Gijón, me contaba sus aventuras, recuerdo algunas con trabajadores de las plataneras en La Palma, con la barrigas sudando y el machete en la mano, acercándose a donde las mujeres habían puesto el servicio de compañía. Sara, ¿qué será de ti? Dios te bendiga.
Aún no me he vuelto millonario.

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