sábado, 30 de junio de 2018

la parte muerta y la parte viva, creo que se llaman así las dos zonas de un barco, la que está a la vista y la que tapa el mar. En ciertas novelas, caso de la que trabajo, hay también dos zonas, resultado de dos fuentes: la imaginación y la realidad. Sucede esto en Dos moscas enemigas. La realidad: las aventuras "poéticas" en una ciudad no muy significativa. La imaginación: la historia familiar y algunos personajes; otros son resultado del ayuntamiento entre realidad y ficción pura (imaginación).
De las dos fuentes he recogido el material y ya está, más o menos, la obra fabricada.
Hoy he estado recordando un más o menos aforismo de Conrad. "El lenguaje técnico tiene la belleza de la precisión". Cito de memoria. El lenguaje técnico es ajeno a la alegoría y la metáfora, formas que provocan confusiones, es decir, interpretaciones.
La sencillez es el logro. No confunde, no despista. La imaginación en la novela ha creado una historia tortuosa. Algo que sólo puede ser sostenido si se relata como mito. La realidad es más dicharachera, musicalmente hablando; la imaginación exige más rigor, más control. El argumento va de dos hijos de la misma puta (literalmente, lenguaje técnico), que se conocen cuando ya son hombre uno y el otro joven aún. El joven se ha criado con la madre hasta esa edad, y conoce el oficio que ejerce y se ha llevado bien con varios clientes, protectores todos ellos, que en la novela actúan como maestros del joven. Uno lo introduce en los ritos del opio, otro le enseña trigonometría y otro latín vulgar. Esto es imaginación. Hay que procurar que los árboles no impidan ver el bosque. Pero esos precedentes justifican el oficio con el que el joven, ya hombre, se gana el sustento. Hasta aquí bien.
La parte muerta está servida. Ahora viene la parte viva: el desarrollo. Tres puntos me quedan por zurcir. La raíz del crimen, la raíz del amor y la raíz del conocimiento, de saber quiénes somos, dónde estamos y qué bailamos.
Busco en el presente esas raíces. Raíces y huesos tienen ciertas semejanzas. Primero recordé ahora el monumento a Franco en el monte de Las Raíces (ya desaparecido, el monumento) y lo asocié con la intención del Gobierno de retirar los huesos del dictador del Valle de los Caídos. El asunto de remover huesos históricos ya tiene dos precedente ilustres. La búsqueda de los de García Lorca y la de los de Miguel de Cervantes. Franco se diferencia de los otros, en que sabemos dónde están sus huesos. Lorca, porque fue asesinado, no muerte natural... Tengo que por lo menos señalar estos detalles en la novela: inauguración del monumento en Las Raíces (edad infantil), breves trazos de Unamuno en el recuerdo escolar, su enfrentamiento con Astray en la Universidad de Salamanca...
Esto puede señalar la raíz del crimen.
La raíz del amor está más complicada. El incesto, el edipo, está cuando ya el los hijos son adultos,
y uno de los hermanos es el que toma el papel de padre, pero que es asesinado cuando ya la madre no está en este mundo. Y la figura que despierta amor en el joven, en el momento en que ya casi ha quitado del medio a su hermano, intento forzosamente ligarla a la figura de la madre, pero me temo que los tiros no van por ahí.
En fin, a ver cómo lo resuelvo, si lo resuelvo.
Ah, la bodega... no, mejor no pongo ahora una bodega. Qué va. Me perdería aún más.

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