domingo, 1 de julio de 2018

Si fuese un guerrero, haría desaparecer todos los archivos y papeles amontonados. Y dedicaría toda mi energía a quienes me debo. Sin necesidad de dejar más huellas en esta tierra inhóspita. Mi mayor alegría en esta isla está ahora cerca de la calle donde pase mi juventud. Barrio de Salamanca. Y no puedo hacer nada. Sólo esperar. Y como tampoco por mí mismo haré desaparecer nada de lo que me estorba, sigo trabajando. Anoche dejé descansar Dos moscas enemigas. Tengo que acordarme de relatar aunque sea de pasada dos combates memorables de Sombrita. Con Lopopolo en la plaza toros. Donde venció. Y con Arcari en Italia, donde perdió. Hasta no sé qué asalto, Sombrita tuvo acorralado al otro, hasta que éste le sacudió un golpe que lo dejó sin aire. Así ocurre con los dos hermanos de la novela. Uno golpea y tiraniza al otro continuamente hasta que este otro se sacude y da el golpe de gracia que lo libera del sometimiento.
Pero ahora solo pienso... bueno, sería la letra de una canción. Y no quiero pensar en letras de canciones. Aunque nunca he sido ajeno al deseo, esta vez no es el deseo lo principal. Es una luz, una energía. Y la decisión de no caer, como he solido, en la misma mentira de otras veces. Ganar con trampas no es ganar. La ley de la vida pasa facturas, siempre.

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