lunes, 30 de julio de 2018

La poeta de Toledo recoge velas y elimina lo que escribió en un estado alterado de conciencia. Hace bien. Quien abre demasiado su corazón corre el peligro de que se lo coman las hienas.

Entre las entradas que eliminó:

"Gracias a todos vosotros, y a los policías buenos, y a San Juan de la Cruz y a Dios".

Sigue estando en su muro un poema que comienza

Soy el último diente que lleva el hechicero

Observo relaciones encontradas entre el drama de la poeta y la comedia de la playa (la que está narrando mi amiga charquera). En su historia de la playa, la mujer está camelando al hombre, que tiene exceso de peso y es torpe pero no es bobo. En la historia de la poeta, fue el hombre quien la cameló a ella, que se portó como una boba y no vio que el fulano quería aprovecharse y nada más.

Desenlace posible en ambos cuentos: En uno, la mujer de la playa paga a un hechicero para amarrar al gordo, y una vez bien amarrado, la mujer se quita la máscara de sumisa. En el otro, la maldición de la poeta es más terrible que un disparo. El chulo se acobarda y su mal andar lo lleva a la borrachera y al desperdicio.

Mi imaginación, que la tengo en los huevos, continúa los relatos. En uno, el haber fingido servidumbre es fuente de un odio sin paliativos. La mujer acaba con el gordo y se lo da de comer a los cochinos negros. Habría que investigar si el hombre tiene en sus haberes un goro de cochinos.

En el otro relato, la amargura del borracho es como imán que atrae a la mujer que lo maldijo. Algo de esto hay en el nudo de Bajo el Volcán, la insuperable novela del sigloXX: la amargura del borracho atrae a Ivonne, la mujer que lo ha abandonado. En los acorde iniciales de la novela de Lowry, Ivonne y el hermano del Cónsul son los que yerran, y el Cónsul es una víctima. Lowry sabía que no. Él había sufrido lo que su personaje. Su primera mujer lo abandonó en un carro con tres alegres marineros, más o menos. Lo abandonó, según un biógrafo, porque el tamaño de su pene era diminuto. La palabra fea, vulgar, es micropene. Eso le decía una mujer vengativa a un amigo que yo tuve hace tiempo. En la baraja, el palo de bastos es el relacionado con la sexualidad y la creatividad. Lowry, gran adicto a la tragedia isabelina y a la botella, odiaba la palabrería vulgar relacionada con los órganos genitales. Que se usara la palabra plátano como sinónimo de pene, lo sacaba de quicio. Su complejo de poco hombre lo martirizó toda la vida. Quiso compensarlo haciendo una gran novela. La hizo. Dicen que lo ayudó el Diablo. No me extraña. En algunas creencias el Diablo es el patrón de la escritura.

Pero el Diablo es cruel y la crueldad trae desgracias. Lo supo Lowry y lo supo Fausto. Si se pierde de vista a Dios, mal asunto. La solución es atar bien al diablo a la vela de Dios y que suelte prenda sin pasarte factura. En mi imaginación de carbonero, veo a Berceo escribiendo en alejandrinos sus vidas de santos, con la música que le dictaba el diablo que tenía encerrado en una botella tapada con una vela encendida hacia el cielo. ¿Dónde estará tu libro donde yo tenía tu obra completa, con buena tipografía y en buen papel? Seguramente está en el saco de lo que me ha robado un canalla. Un fantasma volador. En este cuento él es el abusador y yo soy la víctima. Como en la novela los personajes de los dos hermanos.

Joder, no había caído. Se pega uno escribiendo 20 años una novela donde el abusador y la víctima son ficción, imaginación, obra muerta de la nave, y de pronto, hoy mismo, ahora mismo, te das cuenta que esa dialéctica ha sido el planteamiento y el nudo de toda una vida. Hay que joderse. Yo creyendo que inventaba, y lo tenía en la mano.

Una pata de cabra y una tijera de podar, dije. Herramientas del Diablo. También es jardinero y carpintero.




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