domingo, 29 de julio de 2018

Mi amiga charnega no me deja decir su nombre, ni que la llame escritora. Sin embargo dice que no haríamos mala asociación (literaria) ella y yo. Yo cada día más Pancho Guerra (Pepe Monagas) y ella cada día más Chéjov. Si ella no es escritora, entonces yo soy astronauta.
De astronauta iba la película en el TEA. Serguéi Krikaliov. El astronauta ruso que quedó colgado en el espacio cuando cayó la Unión Soviética.
--Llevo 50 años en Estado Unidos, pero soy polaco. Y judío. Mis abuelos y mis padres fueron masacrado, pero no por Hitler, sino por Stalin. No quiero saber nada del comunismo --le dice el periodista, controlado por el FBI, a su amigo en Cuba, un profesor radioaficionado, controlado por el servicio secreto cubano. Este es el que se pone en comunicación con el astronauta en el espacio. Un astronauta que dice, entre otras, un par de frases categóricas:

--Me duele tanto despertar que ya no quiero dormir

y

--Mi novia cubana cantaba boleros.

La película está afrancesada. Comedia francesa. Los buenos muy buenos, y los malos son tontos. Son los que hacen de payasos, los que te hacen reír. Y a pesar de que las cosas vienen mal dadas, el humor de los buenos es el que triunfa. Y así debe ser. Sin personajes y situaciones enfrentadas, un cuento no funciona. Y que triunfe el bien, aunque sea en las películas.

En fb hay un mujer que leo que de repente ha entrado en un drama personal. Es poeta, buena poeta. Con oportunos toques de ironía. Se le acabó la ironía.

"Cuando tenga el diagnóstico definitivo contaré todo a mis hijos. Y tú, LLL, cuya casa limpié, cuyo libro hice, ríe sobre mi tumba como has reído sobre otras". Ha sido su entrada de hoy en fb.

Busqué el muro de LLL. Encontré este texto, publicado no hace una hora:

"Llamarte zorra poco me diría,
llamarte puta no me diría nada,
pues por puta te tienen las personas.
Y llamarte putísima sería
como llamarle cerro al Himalaya
o arroyo al Amazonas."

Si tuviera que intervenir, la defendería a ella. La leo, es una mujer inteligente, sensible y luchadora. Su mirada no me inspira amor pero sí afecto. A él, por la cagada se conoce al perro. No lo conocía, no me gusta su cara, todavía no sé por qué, a la mujer que te dio dinero, que te ayudó a fabricar una obra, no la llama puta ni el más cabrón.

En fin, por un poema, realista cien por cien, que ella publicó hace unos días, puedo imaginar su caso. ¿Le contagió una enfermedad grave?, sería la primera pregunta de María Cahina.

En fin, historias van y vienen. Nunca faltan.

Tengo que comprar un pata de cabra.

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