miércoles, 4 de julio de 2018

Insolence es el aroma del día.

Subía a acostarme, intentando aceptar el mundo como es. El mundo siempre es el mundo de uno.

"Si insiste en verla, pondré el asunto en manos de un juez".

--Se llama obra viva y obra muerta --me dice Marcelino--, la obra viva es la que está bajo el agua...
Le cuento la novela. Como él también es novelista, supongo que le interesará. Me pregunta por el título. No le gusta. Le digo el título anterior. Este sí. Estamos en el muelle deportivo de Garachico. Viendo barcos. Negocios nuestros.
--La vida de un marino vale lo que el grueso del casco de su barco. Si son dos dedos, vale dos dedos.

En volviendo por el túnel de los agujeros, me habla de El banquete, de Platón.
--En un pasaje relacionan el amor con la madre.
Esto me interesa. Todo lo que tenga relación con el dilema hijo-madre me interesa. Bueno, no todo. Hamlet por ejemplo no.
Buf, mi madre, no quiero ni pensar lo que tengo entre manos. A veces pienso que estoy sentado sobre un barril de pólvora. Espero que sea pólvora mojada. Lo que se puede hacer con una obra muerta es cubrirla con piel de cabra. Resucitarla no. Eso no.

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