viernes, 13 de julio de 2018


Jueves de junio

Bueno, dejo atrás poemas viejos para que no se pierdan (y no sé si es mejor que se pierdan) y seguimos con el presente.
Nunca he visto a Ibrahim más alterado que esta mañana. Alterado de verdad, fuera de quicio, en bronca con Eloísa, también alterada y enfadada. Enfadados los dos. Y todo empezó por una manzana. No quiero contarlo. Nada que ver con ayer por la mañana: Esteban me habló de perros, avispas y hurones. Y me enseñó las fotos. La de los perros. Le había yo preguntado qué raza eran.
--Podencos.
--Ah, ¿esos que son flacos?
--¡Cómo que flacos, jesús? ¡Mis perros están gordos!
Y volvió a contarme cómo les cortaba la carne de la comida y se acercaban las avispas, y una vez dejo carne en una bolsa mal cerrada y cuando la abrió para darle de comer a los perros, salieron a bandadas las avispas.

Un post en fb de Belén Valiente, me hizo pensar sobre el tiempo. Sobre la relación del tiempo y el dinero. La conclusión sería: malgastas el tiempo cuando malgastas el dinero. Malgastas el dinero cuando malgastas las palabras, etc. En fin, reflexiones en el laberinto.

--Son perros flacos de raza, Esteban --yo mirando las fotos.
--Flacos no que están gordos...
--Coño, que no son perros de presa...
--Pero no están flacos.
Ni él tampoco, y muy elegante con traje blanco, con Marcos, dos caballeros los dos, de lujo, en otra foto.
--Y ésta?
--No, esta es mi mujer.

Muy guapa.

Bueno, en cuanto a Eloísa, vive sola, peso de años encima; dice C que el hijo se lleva el dinero de su pensión, le paga lo necesario y se queda con lo demás. Y hasta en Navidad la deja cenando sola, y él con sus viajes... C no pone guapo al hijo de Eloísa.
Esteban es quien la anima por la mañana. Las conversaciones picantes entres ellos dos parecen de una película de Passolini. Tengo que sugerirle a Esteban y Marcos que un día me lleven de cacería, por ese barranco para arriba, con los perros y los hurones. Cuando uno se siente liebre, hay que aprender cómo nos cazan.

ay que me estoy muriendo
ay que me muero, madre
ay que me estoy muriendo
porque no me quiere nadie

la vida es un cuento triste
la vida es un cuento amargo
la vida es un cuento viejo
la vida es un cuento largo

ya no veo a quien yo quiero
entre las flores del campo
ni en los frutos de la huerta
ni en subiendo a lo más alto

Coplas ocurrentes para salir a la calle y alegrar el camino. A la altura del puente Galcerán encuentro a Marcelino. En la calle del Castillo, en una terraza, tomamos unas cañas. Nos entretenemos oyendo las conversaciones de las mesas alrededor.
--Esto parece un capítulo del Ulises --dice Marcelino.

En fb, Nguyen escribe que la prosa es realidad y la poesía es sueño. No puedo copiar literalmente. Su muro resurgió, estuvo unos días en la luz, y ha vuelto a desaparecer.


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