martes, 31 de julio de 2018

Mi amiga charquera me maravilla con un relato sobre los goros en San Miguel de Abona.

Si un libro no se limitara a sus páginas sino que abarcara la literatura universal, podría hablar de cierta ficción narrativa en Canarias como prolongaciones de las Mil y Una Noche. Pancho Guerra e Ignacio Gaspar. Sin olvidar la novela Secretos de Cuba, de Zamora, y República bananera, de Alonso Quesada. Fetasa también. Fetasa es un cuento de hadas musulmán. Tampoco negaría la prolongación canaria de las Mil y Una Noche la novela de Juan Royo... y, egoístamente, pondría de lo mío Agosta escribe. ...  No, esta no puede ser. Le ocurre como a Cucarachas con Chanel: también tienes retales que pueden estar en el libro del cuento de los cuentos, pero la novela de José Ramallo está más profundamente conectada, y en mi parecer la supera, al Ulises de Joyce. Y a Agosta le ocurre lo que a Crimen, de Agustín Espinosa. Crimen y Agosta escribe hay que leerlas a la sombra de Sade. Crimen incorpora a Sade el palo de copas. El simbolismo de las copas apuntan a las emociones del alma y los sentimientos. Agosta es más fiel a Sade. No es sino una versión muy libre de Los 120 últimos días de Sodoma. El sentimiento brilla por su ausencia. Y la emoción no está en el alma sino en las tripas.
El plan original era combinar el género rosa con el pornográfico, pero Sade, que fue la referencia pornográfica (el autor cuya obra Barthes comparó con la de San Ignacio de Loyola), ganó la partida. Otros experimentos narrativos de vasos comunicantes entre alta y baja literatura fueron más equilibrados. Quizá porque esta vez la alta literatura no tenía que ver, aparentemente, con la baja. La alta referencia fueron cuentos de Borges. Ahí están, escondidos como todo lo otro, pero algún día saldrán a la luz. No están mal.

¿Cuántas obras que no están mal han quedado escondidas? El Quijote lo estuvo cien años, despreciado en su tiempo por el pope de turno como literatura menor. Si el autor del Quijote, del Licenciado Vidrieras, etc., murió en la miseria y, por tanto, como si fuese un don nadie, ¿de qué podemos quejarnos tú o yo?
Mafias y arreglos y cambalaches --recuerda el tango-- los ha habido y los habrá hasta que las ranas crezcan pelos. Luchar contra eso es cambiarle el collar al perro. Hay engaño y mentira en el mundo como hay acantilados y marejadas y sorpresas te da la vida. ¿Denunciarlo? Es como denunciar la mecánica del cosmos. El mundo funciona así, y bájate del burro. Pero hay mafias y mafias. Mafias que venden podredumbre y otras, las menos, que venden material valioso. En Canarias abundan las de peor calaña (calaña literaria). Se les está acabando el chollo --por fortuna, aunque no organizados, hay en las islas autores valiosos que amenazan con su presencia el poderío social de los mediocres. Serán otra mafia si logran unirse --por qué pediré yo imposibles-- pero no de la misma tela. Tienen otra tela JRamallo, Juan Royo, Ignacio Gaspar, Belén Valiente, Marcelino Marichal o mi amiga del Sur. Y hablo de amigos míos. Seguramente soy un amiguista. Y lo defiendo: entre lo valioso que tengo en este mundo están mis amigos. A ver si no me olvidan cuando se unan y tengan el poder y salga plenamente a la luz buen material y no yeso escachado.

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