sábado, 14 de julio de 2018

Marcelino tiene en su casa el Libro de los Oráculos. Yo también hice una pregunta: "¿Encontraré un tesoro?". Respuesta: "Si te dejas llevar por las sombras, vas a perder lo que tienes seguro". Lo que tengo seguro es que tengo ganas de terminar la puta novela. La pienso mucho pero no la resuelvo. Lo que si es una espléndida novela son algunas noches en Ibrahim. Es un bar de hombres y mujeres, todo tipo de hombres y mujeres. La barra son conversaciones, la escalinata son conversaciones. Y las mujeres que a mi me gustan me tratan con cordialidad, y los hombres que a mi me agradan también. Una cordialidad respetuosa. La vecina galante hoy tenía un nuevo peinado. Y Mariol, que no tiene marido, que yo sepa, hoy estaba muy elegante. Tiene conversación fomseca. Me atrae, es hermosura y belleza de cánones griegos. La dama de Ofra es de más edad que Mariol y no es guapa griega sino del país, y ahora viste mejor, trajes para bailar, rasgos guanches... Otras dos, nuevas, desconocidas, en la barra hablaban de boliches. Mala droga. Cuidadito con eso.

Hoy saqué de la Biblioteca, Jubiabá y El cantar de los cantares comentado por Fray Luis de León. "Tus dos tetas son como dos cabritos entre las azucenas". "Bésame con los besos de tu boca"... Todo esto comentado por fray Luis.
El crítico Martín me metió curiosidad por esta obra.
Los dos ejemplares tengo que devolverlos a final de mes. Lo primero que dice el personaje Jubiabá, padre santo en una fabela de Río (el personaje principal es el negro Balduino, boxeador y mujeriego):
"-- Es malo cerrar el ojo de piedad... trae desgracias.

Me acompaña también por las noches en la mesita un Quijote, una vieja edición de Aguilar (se lo cambié en mi juventud a don Ricardo, pastor protestante, por otro libro que no recuerdo). Marieta, del Club de Lectura, presume de tener la edición de Francisco Rico. Me acuerdo de Martín, de una crítica que hizo a esa edición. Puso a Rico como un zapato sin betún. Yo no la conozco, la edición de Rico, pero había leído en un periódico varias de las correcciones que le hizo al moro Bengalí, autor del Quijote, fatales, y simpaticé con Martín.
 Leo todas las semanas los blogs de José Luis García Martín, el de crítica y el diario. Me he enganchado. Al principio lo leía porque este amigo inspiró un personaje secundario, pero importante, en la novela de marras. Todas las semanas me digo "a ver qué frase le copio para que se sepa que es él". Aún no le he birlado ninguna. Bastaría cuando habla de la posteridad, que es con cierta frecuencia; su deseo de pasar a la posteridad.
Ahora que tengo el libro de Jorge Amado, podría disfrazarlo --Martín también es un gurú, a su manera-- de Jubiabá.
Su función --la del personaje, mejor dicho-- en la obra en ciernes es la misma que la del cinabrio en la alquimia. Una parte que vale poco, pero es imprescindible para que ocurra la transformación.

*
Ayer en la calle, bajando por Enrique de Anaga, encontré un naipe boca arriba: el tres de diamantes. A la puerta del número 20. A la sombra de un ficus. Suelo recoger algunas cosas tiradas en la calle (sillones, muebles y objetos grandes no, sino pequeños, de bolsillo) e irlas incorporando a los cuadros que ya tengo. Cogen volumen.



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