El caso del Club de Lectura parió estos versos:
Eliminaron a Norma,
argentina compañera.
Bailar un tango la quise
pero no hubo manera.
Norma ida, norma puesta.
Coordinador me lo anuncia:
Nueva norma queda impuesta
o yo pido tu renuncia.
Aceptemos nuevas formas
llevándola con buen trato
y pongamos el zapato
al capricho de la horma.
Hay que engrosar la soga
que sujeta a este rebaño,
poner el yugo a los bueyes
y argollar a los gallos.
Juguetiemos a las damas,
al ajedrez y al envite,
Amy Tam aquí nos llama
al lidiar con lo que embiste.
Diré, si me tienen calma,
que está aquí la estrella,
lo que no sé todavía
es si daré con ella.
Cultura de mascarilla
en una mar desemboca,
ponte bozal y mordaza
y no me abras la boca.
Desde que el mundo es mundo
y hasta el final de los tiempos
--ya lo dijo Maquiavelo--
vete por do sopla el viento.
Para comprender mejor el poema tendría que contar la historieta del club de lectura del parque La Granja terciado los lunes, recién puesto de nuevo en funcionamiento.
El Club de la Buena Estrella es el libro que leemos. Las relaciones con Barrio Chino me llaman la tención, la intriga. Una de las diferencias es que los de Amy Tam son chinos americanos. Los míos son tinerfeños.
Nos invita este dragón,
la autora que leemos,
a conservar la razón
en el agua del recuerdo.
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