domingo, 10 de octubre de 2021

 El caso del Club de Lectura parió estos versos:


Eliminaron a Norma,

argentina compañera.

Bailar un tango la quise

pero no hubo manera.


Norma ida, norma puesta.

Coordinador me lo anuncia:

Nueva norma queda impuesta

o yo pido tu renuncia.


Aceptemos nuevas formas

llevándola con buen trato

y pongamos el zapato 

al capricho de la horma.


Hay  que engrosar la soga

que sujeta a este rebaño,

poner el yugo a los bueyes

y argollar a los gallos.


Juguetiemos a las damas,

al ajedrez y al envite,

Amy Tam aquí nos llama

al lidiar con lo que embiste.


Diré, si me tienen calma,

que está aquí la estrella,

lo que no sé todavía

es si daré con ella.


Cultura de mascarilla

en una mar desemboca, 

ponte bozal y mordaza

y no me abras la boca.


Desde que el mundo es mundo

y hasta el final de los tiempos

--ya lo dijo Maquiavelo--

vete por do sopla el viento.


Para comprender mejor el poema tendría que contar la historieta del club de lectura del parque La Granja terciado los lunes, recién puesto de nuevo en funcionamiento.

El Club de la Buena Estrella es el libro que leemos. Las relaciones con Barrio Chino me llaman la tención, la intriga. Una de las diferencias es que los de Amy Tam son chinos americanos. Los míos son tinerfeños. 




Nos invita este dragón,

la autora que leemos,

a conservar la razón

en el agua del recuerdo.



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