lunes, 22 de julio de 2024

inciso b y S 4

La fantasía y la alegoría. No sé si decir que una es propia del mundo musulmán y la otra del judío. No lo digo. Tukumuro participa de las dos corrientes. Una lo hace verse en otra vida luchando, y perdiendo el combate, con el Jinete Oscuro. Pero en la realidad esa pelea no está en el pasado sino en el futuro, y queda así convertida en alegoría. Saber que ha perdido una pelea que va a ganar en el futuro, un futuro que él aún desconoce, lo sume lejos de la alegría. Bastante tiene con afrontar la incertidumbre. Pero ahora en el capítulo 4 ya está libre de esa servidumbre.

En fin, sigamos.

SAMURAI 4

 Sabe que debe dirigirse a Osaka, al valle bañado por el río Yodo, un lugar rodeado de altas colinas y bordeado al sur por el mar. Allí un antiguo guerrero, movido por un sueño en el que vio a los generales celestes, hizo construir la ciudad después de enterrar su máscara de guerra.

Hacia Osaka dirige los pasos del caballo. Escarpadas montañas quedan atrás. El viento helado y las agrestes laderas fortalecieron su cuerpo. Más rápido que el pensamiento cruzó bosques de cedro, de pinos y de bambúes. No le fue infranqueable ningún río, ni acantilado ni nevada montaña. Apenas le salieron al paso una serpiente aquí, un demonio de una sola oreja allá y una oruga gigante en otra parte, que el sable, el sable de su benefactor, apenas tuvo para empezar.

Dos ojos de fuego eran los de la serpiente. Desenvainó el sable, lo blandió en el aire y cercenó la cabeza del reptil. Y también con el demonio de una sola oreja. Su única oreja saltó de su faz al primer impacto de la espada. Una y otra vez la limpió con hojas de arce.   

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