domingo, 11 de agosto de 2024

Juan en Japón

Recuperé el Samurai, así que puedo seguir elaborando esta nueva edición, aunque sea para los pocos lectores que visitan este blog. Mientras tanto, la noticias reales del Japón actual me llegan de Juan, que está ahora allí gastando yenes. 

Visitó un ouzen, baño termal japonés.

--Sexos separados, y los decoran con rocas y vegetación. ... Son como escenas de Mishima, aunque no entiendes nada.

También visitó Tsumago, un pueblo de casas de madera en las montañas. y gozó un terremoto en Mishima, en un piso 14, en el comedor del hotel.

--La cosa se movía y a los europeos se nos puso cara de susto. Los japoneses ni se inmutaban. Los japoneses no mueven ni una ceja. Los europeos cagaditos de miedo. Algunos se marchan para bajar los catorce pisos por la escalera. Yo me quedo donde estoy. El hotel deja de moverse, pero cae un palo de lluvia y veo rayos por la ventana.

También visitó el parque nacional de Hakone, y fue a ver el monte Fuji, pero no lo vio, Estaba nublado.

--Un país que parece un sueño. 

miércoles, 7 de agosto de 2024

S 5

 De pronto, apenas acaba de envainar sable, un grito rompe el aire.

--¡¡Socorro!!

--¿Qué? ¡¡Oh!! Por Izami, es voz de mujer.

Cabalga en la dirección del grito. El caballo se detiene al borde de un foso. Delante se encuentra el muro de un castillo semiderruido. Tukumuro descabalga, salta el foso del castillo --una cosa es decirlo y otra es verlo-- y escala los muros como un gato montés.

Ya en el patio interior, se oculta detrás de un muro. Más adelante una shirabiosi, mujer juglaresa, está asediada por bigotudos soldados.

De una shirabiosi se sabía que en una ocasión se había encaminado hasta la orilla de un atronador torrente, que amenazaba con inundar una ciudad, y solo con su canto hizo que las aguas cesaran de rugir y el río se volvió manso y callado.

--¡¡El río se volvió más manso que una gheisa!! --rugió uno de los bigotudos.

La shirabiosi viste un pantalón de tela roja y gorro guerrero. Cin el tamboril caido a sus pies, no entona la vieja canción del Japón que le pide el público. Los largos bigotes de los soldados se encrespan de rabia mientras los párpados de Tukumuro se humedecen.

¿Es tan bello el canto de la shirabiosi como su rostro?

¡No tiene palabras para expresar esa belleza!

Enseguida se seca los ojos. Uno de los soldados, riendo igual que un energúmeno, saca un traidor puñal y rompe a rugir.

*

Apéndecis

Se me extravió el original. Me acordé de la primera juventud, con amigos en el barrio de Salamanca. Años 60. Notables familias franquistas y católicas. Fueron tiempos del Hogar Católico, en la zona comercial de Santa Cruz, por debajo de una dulcería con ricos y pequeños y baratos dulces.  Me acuerdo de los colegas que les cogí cierta rabia. Betín y José Alberto. Estos podrían darle más cuerpos a esos soldados descarriados, Betín el mandamás presumido y seductor y el seductor y engreído José Alberto, narcisistas ambos. Menos mal que en la novelita hay un Tukumuro que les va a parar los pies, Ahora lo que sé de Japón es que Juan está allí, amargado de calor y visitando templos, como Ramón cuando estuvo. Ahora en Agadir, también con calor.