jueves, 12 de junio de 2025

visiones

 Hasta los cuentos infantiles se están volviendo terroríficos. Video algunos que están, youtube, en Testigos del Horror. Espeluznante el de Hansel y Gretel. El de Caperucita no parece menos agobiante. Y ya casi prefiero no ver el de la Bella y la Bestia. Estética expresionista muy bien dibujadas y bien contadas. Busco en otros sitios versiones eróticas, explícitas, que se hicieron famosas en las revistas satíricas de los finales de los 70, versiones picaras y amables que eliminaban los símbolos y desnudaban la realidad. Las que he visto ahora son tan chabacanas que dan vergüenza ajena. Paso de ellas. 

El de Caperucita de Perrault es, de los que conozco, el más cercanos a esos terroríficos. La niña se come carne de la abuelita y bebe su sangre que el lobo le dice que es vino. El lobo la manda desnudarse y que se acueste con él, y se la come. El comerse a la niña, en cierta semántica, es follarla. Ahí se acaba el cuento de Perrault.

Lo que me interesa a mí, es el de madre e hijo que se comen. El primer amor de Genjis, de la antigua novela japonesa, es con la madre. Amor consentido. No consentido, en la religión yoruba, el de Oggún, orisha que abre los caminos, con su machete, cuando viola a Yemayá, su madre. Aquí en pantalla no he localizado contenido amplio de esos relatos.

Me manda Ramón, variando de tema, una intervención de Sánchez aplicando el discurso del espejo, el que contesta a otro que lo que le está diciendo, en realidad se lo esté diciendo a sí mismo. Un ejemplo, el que te insulta se está descubriendo a sí mismo, desnudándose. Ese espejo no sé si es el de la madre de Blancanieves o el del callejón del Gato. En el caso de Sánchez, cuando se decía limpio, el primero. Cuando se refiere a su partido, el segundo.  

lunes, 9 de junio de 2025

día soleado

 La necesidad del débil lo lanza al precipicio. Una vez en el vacío, o vuela o se estrella contra el fondo. 

*

No hay nadie que sea un fin. El fin de todo es la negación de lo que hemos sido.

*

Rechaza el elogio y elogia el rechazo. Llevar esta consigna a la práctica es de pollaboba. Digo en el mapa social, ya sea que quien te concede el elogio sea un zorro interesado por el queso que picoteas o sea un amigo sincero. Rechazar a uno o al otro es condenarte a ti mismo. Con el primero, como se dice, tienes que ser listo para saber hacerte pasar por tonto, y al segundo agradecerle sin más el cumplido. Con el rechazador, la estrategia es más sencilla. Al zorro responderle que él canta mejor y al amigo agradecerle que te baje de las nubes. Es del elogio o del rechazo que uno se hace a sí mismo de lo que quisiera hablar, pero en este momento no me aclaro a mí mismo del todo como es menester.

Tengo la superstición o la revelación (seguramente lo primero) de que cuando le paso una obra a un amigo, luego cuando la sigo trabajando no lo hago con la conciencia propia sino con la mirada del otro. Eso hice con Injertos, y que Pepe me perdone, me perdone esto y muchas cosas más --hay amigos que uno no quisiera nunca perder, los más inteligentes y los más acertados. En la revisión de ese Injertos aplico también la preceptiva del prólogo que le hizo Cervantes a su primer Quijote. Si Dios quiere, ya se verán los resultados. Por lo demás escribo desde hace un tiempo sin ninguna emoción, tolerancia cero a la emoción. Incluso me molesta tanta emocionalidad de sonajero que hace Jordi con su arte abandonado, labor que, por otra parte, sin tanta crítica o reseña emocionativa, tiene un valor nada despreciable.

Buen día de sol. Le pregunto a Nicolás cómo se hacen las habichuelas. No lo sabe, él las come tal como las prepara su suegra pero no conoce la receta. Pienso en Pamela, seguro que las hace muy ricas. 

 

sábado, 7 de junio de 2025

el sol...

 Nicolás tocó en la ventana. Le abrí la puerta. Le entendí:

--El sol ya se fue.

Miré al cielo y estuve de acuerdo. El sol, con el nublado cielo de la última hora de la tarde, ya se había ido.

Luego me aclaré lo que en realidad dijo:

--El suegro ya se fue.

Ya descansa en paz. Si es que no hay molestas reencarnaciones y cosas así. 

En plan masoquista abro, cuando me siento afuera en la calle, la pesada y algo larga novela pedagógica de Unamuno. Poco a poco, para poder aguantar la lectura. Cuando entro en casa, tengo abierto en la mesa el Quijote. Lo releo con gusto, fragmentos al azar, para respirar inspiración que me permita afinar la revisión de Injertos. Tiene Cervantes finura de estilos --lo prefiero a la prosa más pulida de Quevedo--, sabe decir lo que quiere y tiene sabiduría. Es un autor que no solo habla de su época, sino también de esta. Maestro --el ególatra narcisista y youtuvista-- tiene muchos aciertos en sus lecciones sobre ese libro. Cervantes hubiera reescrito la novela de Unamuno y la hubiera dejado placentera y amena a más no poder. De Maestro, cansa un poco su chiste repetido anti Borges y otros, pero tiene su valor literario, y casi convence cuando afirma que hay más brillo en la literatura sofisticada que en cualquier filosofía, no solo en la de su denostado Kant sino también en la de su apreciado Spinoza.

Es de noche. El Sol ya se ha ido.   

viernes, 6 de junio de 2025

de peso en peso

 Aquí esperando al vecino Carlos. Se ofreció a traerme cigarros del Komo Komo y llevo una hora y no aparece. Ayer sucedió cosa semejante con Petaco. Dijo que venía por la tarde y llegó a las once de la noche. Comprendí perfectamente lo que es Godot en esa obra de teatro. El poeta beat también debió intuirlo: ... en la calle de los negros esperando el pico imperioso.

Sigo picando Injertos. Podo las ramas secas y cuido los detalles. El diablo cuida los detalles, decía Nabokov. Y no sé quién decía que el diablo es el patrón de los escritores. No podía ser otro que un ángel caído. No sé si mandarle, cuando esté, el nuevo borrador a Pepe. Siempre me precipito o me quedo corto, ese ha sido mi estigma en esta existencia. Habrá que cargar con ese peso. Si lo tienes, tienes que cargarlo. Si fuera el único. En fin.


jueves, 5 de junio de 2025

 Escribí ayer otro sueño pero este lo dejo en borrador. Peleaba con un amigo que me robaba y me timaba, un amigo de otras latitudes que hoy en paz descanse. En la realidad me vaciló de lo lindo, con el timo y el robo. En el sueño le paré los pies en todos los aspectos. Y aquí, en la realidad de ahora mismo, comprendo bien el refrán de que recibes lo que da, y lo dejo aquí.

La realidad es que probablemente tengo que prepararme para los cuarenta días del desierto. De desierto a desierto y seguimos con el cuento. No sé si podré. Ojalá. Mi corazón funciona a medio gas. Tengo un corazón incompleto. Una voluntad en déficit. Cada vez que recuerdo el pasado, son los errores los que vienen. Esa es la pesadez. Una de ellas.

Otra son los miedos, los físicos y los metafísicos. Los vicios los dejo para otro capítulo.

Vicio masoquista es leer la novela, de las dos la más larga, de Unamuno. Un hombre que quiere tener un hijo genio. La materia es la mujer, dice, y el hombre la forma. Lo curioso es que la imagino en versión cine, por un Berlanga o alguien así, y la veo la mar de divertida. La materia que, por fallo de la forma, no funciona en un formato, puede funcionar en otro. 

martes, 3 de junio de 2025

Siguiendo con la cosa de Unamuno

 Mucho repite JMaestro el chiste de que Borges pasaba las noches con Virgilio, sugiriendo que hubiera sido más sensato, más sensible y más divertido pasarlas con Virgilia. Rechaza el cinismo de Borges y aplaude el de Cervantes. Cosas. Yo ayer y oí pasé el día y parte de la noche con Unamuno, en las dos novelas del librito que tengo, las más prescindibles que tiene Unamuno. Pero no desechables. De todo un hombre me quedó con la descripción de la oreja de la bella protagonista:

Entonces el conde de Bordaviella se le acercó aún más, y casi al oído, haciéndola sentir en la oreja, hermosísima dorada concha de carne entre zarcillos de pelo castaño refulgente, el cosquilleo de su aliento entrecortado, le susurró:

--Donde estoy entrando es en tu conciencia, Julia.

Creo que no hace falta decir qué significa conciencia en este contexto, es decir, en lo que realmente estaba entrando el conde. En una parte del prólogo, cita el autor que el peso del vacío es el tedio.

 El vacío es la ausencia de conciencia. Tengo conciencia donde entrar, luego existo; y si no tengo conciencia, no existo. Y yo, como no tengo conciencia, tengo tedio, es decir, una mala manera de existir. Lo cual es contradictorio. No lo dudo. 

domingo, 1 de junio de 2025

Berto, Unamuno y Nicolás

 Leo el cuento de Unamuno, o novela corta. La protagonista es la más bella del lugar. El autor no sabe hacer mujeres. Lo único que describe de ella es una oreja.

Berto me llama cuando estoy todavía dormido. Dice que me llama después. Contento me pongo, hay veces que te cansas de no hablar con nadie y te alegra que aparezca un berto que te cuenta los episodios y hazañas y quejumbres de su vida en tres tomos y un epílogo. Debió de arrepentirse y me deja jodido, otra vez hablando conmigo mismo, que soy incluso más pesado que él.

La novela de Unamuno tiene dos fases. Una en que el prota, un indiano rico y usurero, se casa con ella, se la compra al padre, y la trata dándole toda clase de lujos pero ni un gesto de amor. El amor es para los idiotas. Incluso la deja cortejar, sin llegar a los cuernos, con un conde idiota y cobarde. Ella le dice que sí llegó a los cuernos y el prota dice que no, porque él es el único hombre, y la mete en un manicomio. Cuando vuelve a la casa se pone mala y entonces al único hombre le entra un amor desmesurado. Incluso, se adivina, entre líneas, que hubo necrofilia. Novela leída.

Afuera, Nicolás está recogiendo pitangas.