jueves, 6 de abril de 2023

en desorden

 Días de cuerpo cansado, alma desanimada, corazón temeroso y huevos en la nevera. Un pequeño respiro en este desierto fue el viaje al que me llevó Juan el otro día. Tierra santa. Tierra de tensiones por todas partes. Me llevó a Belén, a donde nació Jesús. Me llevó a la tumba donde enterraron a Cristo. ¿Suposición o acierto de la madre de Constantino, que dijo que esa era la tumba? No pudo bajar hasta el último reducto. Las colas de turistas eran insoportables y los trámites en las aduanas duraban horas. Se vive en un estado de continua vigilancia. Una plaza de ocio en Jerusalén está resguardada, rodeada, por el ejército israelí. Estuvo también en el Jordán, donde Juan Bautista bautizó a Jesús. También estuvo en el Mar Muerto, donde no te puedes mojar los ojos porque esa agua, con olor a aceite quemado (?), te los destroza. Un mar donde los cuerpos humanos flotan como balones. Me contó el contraste entre el paso de las zonas árabes a las de Israel. Desierto en un lado. Vergel en otro. Tocó el muro de las lamentaciones. Un obispo, anfitrión del viaje, le hizo rezar el padrenuestro más de cien veces y reanudarlo a la religión de la infancia. Si la infancia es la patria, la religión que se vivió en la infancia es parte de esa patria. Más contó. Como Ramón. Este por wasap, sobre un poeta y un escultor. Aún no lo he leído. Me dijo que se iba a encontrar con Charlín. Yo no fui a encontrarme con Belén en el 46 de la calle San Martín, en el Toscal. Me venció el estado del alma, el cuerpo, el corazón y los huevos. Tengo que recoger la casa y lo que hago es acumular desorden. Así y todo pinto un cuadro que a Pamela le agrada. Me dice que lo guarde porque por ese y otro, La Silla Roja, pagarán mañana un buen dinero. No estaría mal. ¿Qué voy a decir yo? 

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