martes, 11 de julio de 2023

elemental

 A tres amigas les escribo poemas de amor. Buenos poemas casi todos, y además con una regla estricta, lo que le escribo a una se queda en ella. Cada una tiene su verso. Hay dos que dicen sí, pero una está lejos y a la otra no me atrevo a acercarme. La tercera cerró la puerta y he dejado de escribirle. Los poemas son sinceros. Y serios, lo que no significan que algunos se pasen de la raya. Que son los más serios, los más verdaderos. En la prosa puedo piropiar pero ahí es mera cortesía y urbanidad, buenas relaciones. Las substancia sexual amorosa ha quedado diluida en el tópico. No hay que negar el tópico. Es de una gran utilidad cuando vives en un mundo topical. Sigo con lo de arriba.

Sin embargo si apareciese un genio y me diese a elegir entre las tres para estar una temporada en una isla con aguas reparadoras y sombras apacibles, no elegiría sino a quien no escribo nada. Y sin embargo todos los versos de todas las tres podrían reunirse en ella, en la mujer a la que no escribo versos de Amor. Ella escribió una novela que yo recomendé in illo tempore en este blog. Una lectora amiga me lo reprochó. Literatura desfasada. Estoy de acuerdo, pero téngase en cuenta que la literatura desfasada es abono de la literatura que ha de crecer. Sin las novelas de caballería, ya en el barroco literatura desfasada, no hubiese germinado el Quijote. A mí me ha marcado mucho la novela rosa. Agosta escribe no es sino una transformación, un giro copernicano, de una novela rosa. Si pudiera, le mandaba la nueva versión de Agosta a mi amiga que repudió la novela desfasada de su compatriota del Sur. No sé. Chito, no seas venado. 

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