miércoles, 24 de julio de 2024

apéndice c

 No sé si añadir que en la vida anterior Tukumuro fue un hombre malvado desde la tierna edad. Veía el nirvana apedreando ratas y gatos y, con más uso de razón, eliminando con malas artes a oponentes políticos y comerciales, incluso que tuvo mucho que ver con la caída del Emperador. Y su lucha entonces contra el Jinete Oscuro fue con obsesiva intención de robarle su astucia, su vigor y su tenebroso poder al malvado nacido de las tormentas de Susanao.

Esta idea, la oportuna presencia de los contrastes, se debe a que ahora en la mesanoche tengo un libro de Rubén Fonseca, Lúcia Mc Cartney, y Vida de Santa, de Teresa de Jesús, con cartas que les mandó escribir su confesor. Son dos obras opuestas, en estilo y en contenido, sin embargo entre líneas les veo una semejanza incontenible. Hay en uno de los cuentos de Fonseca y en las cartas de Teresa de Jesús cuyo objeto de encanto produce el mismo efecto. el Señor en la autora y la amante de un joven en el autor. 

Me viene ahora a la cabeza otras dos obras: Cucarachas con Chanel , de JRamallo, y La gesta, de Juan Royo. Aquí no hay coincidencias emocionales en personajes opuestos sino dos obras antagónicas. Estilo seco en una y húmedo en la otra. Argumento frío en una y caliente en la otra. Realidad sin fantasía en una y fantasía devorando a la realidad en la otra. Son dos oposiciones tajantes. Son los extremos de una línea literaria. En  Lucia Mc Carney y en vida de Santa los extremos principales se tocan. 

En fin, Tukumuro le tiraba piedras a las ratas y a los gatos, etc. en esa otra vida donde fue malvado y perdió la pelea.

lunes, 22 de julio de 2024

inciso b y S 4

La fantasía y la alegoría. No sé si decir que una es propia del mundo musulmán y la otra del judío. No lo digo. Tukumuro participa de las dos corrientes. Una lo hace verse en otra vida luchando, y perdiendo el combate, con el Jinete Oscuro. Pero en la realidad esa pelea no está en el pasado sino en el futuro, y queda así convertida en alegoría. Saber que ha perdido una pelea que va a ganar en el futuro, un futuro que él aún desconoce, lo sume lejos de la alegría. Bastante tiene con afrontar la incertidumbre. Pero ahora en el capítulo 4 ya está libre de esa servidumbre.

En fin, sigamos.

SAMURAI 4

 Sabe que debe dirigirse a Osaka, al valle bañado por el río Yodo, un lugar rodeado de altas colinas y bordeado al sur por el mar. Allí un antiguo guerrero, movido por un sueño en el que vio a los generales celestes, hizo construir la ciudad después de enterrar su máscara de guerra.

Hacia Osaka dirige los pasos del caballo. Escarpadas montañas quedan atrás. El viento helado y las agrestes laderas fortalecieron su cuerpo. Más rápido que el pensamiento cruzó bosques de cedro, de pinos y de bambúes. No le fue infranqueable ningún río, ni acantilado ni nevada montaña. Apenas le salieron al paso una serpiente aquí, un demonio de una sola oreja allá y una oruga gigante en otra parte, que el sable, el sable de su benefactor, apenas tuvo para empezar.

Dos ojos de fuego eran los de la serpiente. Desenvainó el sable, lo blandió en el aire y cercenó la cabeza del reptil. Y también con el demonio de una sola oreja. Su única oreja saltó de su faz al primer impacto de la espada. Una y otra vez la limpió con hojas de arce.   

domingo, 21 de julio de 2024

inciso a

 La historia del encerrado en un sitio del que no podía salir, me recuerda (aparte del romance de mayo) el cuento que sobre su padre me dijo el otro día el sepulturero que de vez en cuando pasa por la calle paseando al perro de un vecino. Me contó que su padre estuvo cuatro años en el castillo, en La Legión, en África y comía los bichos que entraban por debajo de la puerta. De Tukumuro hasta ahora no se dice si comía algo o no, y qué comía si comía. Las defecaciones también merece la pena señalarlas. Habrá que repasar los tres primeros capítulos.

La casualidad, por otra parte, hizo que yo también esté encerrado, pero en mi caso por limitaciones que más se parecen a la de la novela de Thomas de Quincey Los últimos días de Kant. En mi caso, piadoso conmigo mismo, voy a decir penúltimos días. Nada que ver con los de Kant, generosamente servido por sus criados y discípulos. A mí las letras no me han dado sino frustraciones.    

viernes, 19 de julio de 2024

samurai. 3

 Ahora, con el día, algo maravilloso ocurre al otro lado de la puerta del Sur. El día cambia de tonalidad, el viento se marcha, separando a las nubes del cielo. Fausto milagro que despierta todos sus enmohecidos miembros.

El viejo monje no dice más, nada añade. Se despide del sable de siete pies y se lo encomienda a Tukumuro.

Tukumuro se levanta y el maestro se inclina. Acoge el otro sable más pequeño con un puño. El joven sabe que esto es un honor, y ahora debe levantar el gran sable y estar preparado.

Es el momento del sepuku, la ceremonia de la propia partida, y Tukumuro debe completar con un tajo certero la gesta íntima de su viejo protector.

Detrás de un día viene otro día.

Las miles de estrellas se apagaron y dejaron de ladrarle a la noche. El muchacho oyó el galope lejano de un caballo. Ahora el galope se oye más cerca. El caballo, bellamente engalanado, se aproxima casi sin levantar polvo con sus cascos en el arenal de la noche.

jueves, 18 de julio de 2024

SAMURAI. 2

 El Jinete Oscuro es el que guarda el camino del destino para que nadie pueda acercarse a las Cavernas del Cielo y convenza a la diosa del Sol para que regrese de nuevo al Palacio.

Mientras los ejércitos de Kublai-Khan observan desde sus barcos las costas del Japón como si fueran pan comido, nosotros dejaremos a los tártaros y, por ahora, al Emperador al margen de esta historia y pondremos nuestra atención en un joven llamado Tukumuro.

Tukumuro lleva muchos días encerrado en una fortaleza abandonada. Observa la puerta del Sur, enorme y cerrada. Hace tiempo un monje guerrero lo trajo a esa fortaleza abandonada. Le dijo: "Espera pacientemente mi regreso", y abandonó el lugar. Trancó la gran puerta con varios cerrojos por fuera, y se fue. Dejó en aquella soledad al joven Tukumuro.

Desde entonces, el muchacho ha permanecido prácticamente inmóvil, sentado sobre sus piernas, con los ojos mirantes hacia dentro de sí mismo. Ahora mismo empieza a contemplar algo que no tiene nada que ver con los ya conocidos estados de ánimo. Debajo de su frente rompe a palpitar una serie nueva de secuencias. Las figuras y movimientos que localiza en su interior pertenecen a una de sus vidas anteriores. En ellas se reconoce ataviado de samurai y lucha contra un jinete cubierto con oscura armadura y espantosa máscara. Fiero combatidor. 

En un momento del combate, el jinete le hace perder el equilibrio y entierra un hacha en su pecho, partiendo su corazón en dos pedazos. El samurai muere antes de caer desplomado sobre la tierra verde de un invierno.

Cuando Tukumuro vuelve a recobrar la existencia del mundo exterior, siente que aún le duele la herida de su otra existencia. No acaba de recobrarse cuando oye que la puerta cruje, se entorna y un golpe de luz se extiende hasta herir su visión de las cosas. Por medio de la llamarada luminosa, la silueta del monje guerrero se recorta en el espacio y avanza hacia él.

El techo de la fortaleza se rompe por la parte más alta. Rojo es el vestido del monje. El viejo guerrero se acerca a un arcón con herrajes de bronce que Tukumuro no había vislumbrado hasta ahora. El viejo lo abrió y extrajo dos sables, uno que medía siete pies y otro bastante más pequeño. Luego el hombre permaneció recto y erguido, moviendo los labios como su recitara un poema en un jardín muerto. Por la abertura en el techo, entra un rayo de la luna y se posa en la hoja del sable mayor. Al cabo el viejo guerrero robó también del arcón una máscara y se la puso. La máscara tenía un aspecto vigoroso y temible. Después el monje volvió a despojarse de la máscara y la devolvió al interior del arcón. Seguidamente, como por arte de encantamiento, el arcón también desapareció. 

--En esta fortaleza --le dijo el monje-- hubo en otros tiempos muchos monjes guerreros. Ahora la sombra que dejaron tras de sí ha empapado la piel de tu espíritu. Te ha hecho ver los propios errores. Yo debo partir ahora hacia donde ellos me esperan.

--Tuve mala fortuna --titubea el joven, refiriéndose al hachazo que le causó la muerte en su anterior existencia. 

--La mala fortuna no existe. Reniega de las alegrías y las penas del mundo y acude de nuevo en busca del Jinete Oscuro. Mientras no sea vencido, ni el loto ni el cerezo volverán a brillar en los corazones de nuestro pueblo. 

--Amo la vida pero no rehúyo el combate. 

Por un instante un viento en el cielo parecía querer romperlo todo en mil pedazos. El viento retumbó hasta que llegó el día. Con la primera luz del sol, la calma se restablece y todas las puertas de la fortaleza se enmohecieron, se pudrieron y se desplomaron.

miércoles, 17 de julio de 2024

Samurai. 1

 Hoy pasó por casa Ramón con una caja de tabaco. Hoy se libró Nicolás de ir al carrito de Vicenta. Me contó el Cuervo su viaje a Japón. Es el país que quiere una de sus hijas, la tierra que habita. Me habló del jardín muerto y del jardín vivo. Lo maravilloso fueron los dibujos que él hizo en un cuaderno. No sabía que el córvido dibujara tan maravillosamente bien. Un descubrimiento.

Me incitó a retomar Samurai. Una novelita libro-juego que hice para la editorial Júcar. Un encargo de mi amigo Jesús Zatón, responsable de los libros para menores que editaba Júcar. A ese lo recuerdo con agrado, se alimenta de leyendas japonesas. Ramón me contó una que no conocía: la del gato con dos rabos. 

--A ese gato lo llaman nekomata. Tiene el poder del fuego, que sale de su rabo doble y el poder de reanimar a los muertos y controlarlos como si fueran zombis. Agüita.

Fichado para la retoma, el gato de los dos rabos llameantes.

*

SAMURAI retomado. Cap. I

El Espejo, la Joya y la Espada --las insignias del Gran Emperador-- los tiene ahora el daimio de Osaka en su palacio, un hombre que se volvió de corazón envilecido y ruin contra el Emperador y consiguió destronarlo y encerrarlo en la mazmorra más horrible y tenebrosa en el castillo de la ciudad, vigilado seriamente por un perro infernal de tres cabezas.

El Emperador, sin embargo, confía en Izanami e Izanagi, que son dioses desde antes de existir el mundo y de los cuales descienden el dios de las tormentas, Susanao, y su hermana Amaterasu, la divinidad del cielo resplandeciente.

El Emperador contempla los rasgos informes y amenazantes del Jinete Oscuro y el veneno que impregna.  El Jinete Oscuro es la forma humana del perverso Susanao, el dios que estropeó los estrechos y largos bancales de arroz y arrojó en secreto excrementos en el Palacio Nuevo: la residencia de su hermana Amaterasu, la que tejía las vestiduras de los dioses y protegía al Emperador.

Susanao terminó por desollar un potro y lo lanzó sobre los tejidos de los dioses, que tejía su hermana, salpicándolos de sangre. Amaterasu se enfadó tanto que se provocó una herida con la lanzadera e, indignada, se encaminó hacia las Grutas del Cielo y se encerró allí dentro.

Susanao retorció el corazón de los daimios y el Emperador perdió el poder. Sin el Espejo, la Joya y la Espada, está encerrado en Osaka y ahora todo el Japón tiembla a punto de disolverse en la vergüenza de ser pronto invadido por las huestes de Kublai-Kham.

A menos que Amaterasu regrese al Palacio Nuevo y desde aquí sople sobre los daimios otra vez el honor y el coraje.


domingo, 14 de julio de 2024

viajecito

 Alguien que se llama Fernando me envía una frase feliz todos los días. Ni le contesto ni sé lo que dice la frase. Lo quise bloquear pero no pudo ser. Ahí sigue. Con su frase cordial todos los días. Las postales de frasecitas ardientes, más que cordiales, me vienen del Sur de España. Esas sí las leo pero no sé qué contestar. En las postales no se huele la mierda de cochino, ni se ve.

Ya buena cuenta he dado de la hierba de mi amigo el Viejo. Buen regalo. Regalo fue también el otro día que Ramón en su bólido rojo nos llevó a Berto y a mí a San Andrés. Primero en un kiosco de la playa saliéndonos del tiesto, Berto con un ron y yo ginebra con tónica. Ramón llamó a Juan. Todo estaba en el aire. Juan no se apuntó. Comimos en El Surtidor. Berto hablaba de literatura, de política y de la vida en Los Cristianos. Pero su tema preferido era sobre las gracias y desgracias de su ojo del culo. Si La gesta de Juan Royo es un ajuste del cuento de la bella y la bestia, las aventuras del ojo del culo de Berto es un doble ajuste del tratado que escribió Quevedo. De la obra de Juan habló antes Berto en Santa Cruz con Eduardo. Este dice que el himalaya de Juan Royo es Mejor cuando improvisas. Y un kilimanjaro La gesta, digo yo. Aquella en el reino de lo real y la otra en la república de la fantasía.

Buen día en el pueblo natal, límites aparte.