sábado, 17 de abril de 2010

preparando las armas...

"Cultiva aquello que te critiquen porque eso eres tú". (?)

"Por qué Dios, el creador de todo lo que existe en el Universo, al dar existencia al ser humano, al sacarlo de la Nada, lo destinó a defecar? ¿Habría revelado Dios, al atribuirnos esa irrevocable función de transformar en heces todo lo que comemos, su incapacidad para crear un ser perfecto? ¿Ergo, la mierda?
... El excremento, en general, siempre me había parecido inútil y repugnante, aunque no lo fuese, claro, para coprófilos y coprófagos, individuos extraños, dotados de extrañas anomalías obsesivas. Sí, ya sé que Freud dijo que lo excrementicio está íntima e inseparablemente unido a lo sexual, que la posición de los genitales --inter urinas et faeces-- es un factor decisivo e inmutable.
... en un ricón perdido del periódico ... decía que en Sotheby's de Londres se había subastado una colección de diez latas con excrementos, obra del artista conceptual italiano Piero Manzoni, muerto en 1963. Las latas las adquirió un coleccionista privado que se hizo con ellas en una puja que llegó a los novecientos cuarenta mil dólares.
... la estructura de las heces suele ser fragmentaria y multifacetada." (Rubem Fomseca, cuento "Copromancia", en Secreciones, excreciones y desatinos, Seix Barral)

Lástima que, cuando entregué Agosta a las guillotinas de la imprenta, desconocía esta obra del admirado autor brasileño. Así como tampoco los chistes coprófagos de la página de Laureano de Lorenzo, cocteleemos. Ambas literaturas hubiesen aportado otra media vuelta de tuerca a los episodios excrecionales de Agosta.
No te fíes de la sencillez. Parece un camino trillado y vulgar, pero es posible que a ras de tierra esten cubiertas algunas trampas para leones.
Agosta escribe la defiendo por dos motivos. Uno, porque la ausencia de complejo de culpa de esa niña, nada especial por otra parte, me hace verla más cercana a la santidad literaria que al pecado del feo estilo. Otra, porque es hoy la única novela que circula por algunas librerías y, por tanto, la única que me puede, en estos momentos, reportar un beneficio económico y ponerme en paz con la tétrica dama de negro y otras damas.

Cuando jugaba al fútbol me pasaba algo curioso. Si mi juego estaba siendo efectivo y vistoso, dejaba de serlo en cuanto oía un elogio. Los elogios, cuando son sinceros, me perturban y adormecen y aletargan los sentidos. José María Lizundia elogió tanto estas páginas de blog (yo pienso similar del suyo) que me ha dejado atolondrado. Sin embargo, con su flagelación sin piedad, como un guerrero, contra la joven Agosta (diría con violencia de género si esa expresión no fuese un basilecto de la clase política sino una figura retórica del estilo literario), me han dotado de fuerza las alas para poder defenderla. Sus palabras me han animado a renovar la atracción a ese libro como don Quijote al honor y a la honra de Dulcinea. Gracias de verdad, amigo.

Además ya leí tu indagación en la obra de José Rivero Vivas. No sólo le haces justicia a nuestro autor sino que alumbras la entrada en su mundo literario a los actuales y futuros lectores. Espero que el prólogo y el epílogo estén a la altura.

2 comentarios:

Ramón Herar dijo...

...Y mañana a las 4, Tete. Habrá que ir aprovisionados hasta con armas nucleares, proque esa guerra la tenemos que ganar como sea. El talismán que se prepare, está invitado.

Jesús Castellano dijo...

--Si llama Trini, dile que son más de veinte plantones... no se vaya a creer que sólo son dos o tres gajos... ¿Cómo estuvo el partido?
Le cuento a mi padre los pormenores. Y Trini dice que viene un día y luego dice que viene otro... Mi madre, es peor que Agosta. Esta jovencita parece que tiene un molinillo eléctrico en la cabeza, no hace sino pensar en lo que dijo Lizundia el otro día sobre ella. Buf, no quiero ni pensarlo. Menos mal que el blog del vecino dejó atrás el careto de Villarejo. Cuanto antes se esfume, mejor. Agosta observa las nuevas fotos y dice "a este lo voy yo a sicoanalizar". Quien me sicoanalizó a mí el otro día, después de Agapea, o mejor Melopea (otro acierto estilístico), fue G. Ella percibió lo que ningún elemento masculino ha percibido en todo el tiempo que llevo de sincronía con ellos. Como si tuviera rayos X en los ojos para ver el alma de uno. Otro caso es Ramón. Pero ganó el Tenerife. No sabes cuánto sufrimos.