sábado, 2 de octubre de 2010

dadá regresa

Un periódico de aquí publica su suplemento literario (aún quedan algunos, o sólo este) dedicado a un poeta (descanse en paz) que tuve la suerte y la desgracia de conocer. La suerte porque su lectura no te deja indiferente, y la desgracia... por cosas mías. De todos modos tiene razón Marcelino el oyente, cuando habla de veinte razones para no hablar bien de él cuando se haya obitado en el otro mundo, y en lugar de pena encuentre gloria y ninguna nube de la memoria, etc. etc. Las necrológicas, aunque sean visiones de la obra más que del difunto en sí, apestan con el tufo vengativo que el filósofo alemán Friedich Niettasche (lo intenté escribir correctamente, pero salió así y así lo dejo) aplicaba a los elogios: una venganza sutil, aunque creamos que son vulgares. Nada humano hay en ninguno de los trabajos dedicados al poeta, y narrador. Ni siquiera el de su amiga, que elude un cuento que quería escribir, y el tema era... ya lo diré, si hay suerte y voluntad, cuando pase el necesario tiempo sagrado. Y nadie tampoco acierta en el valor humano de tal hombre, relacionado con un cuento de Borges. Pero aún, lo dicho, estamos en tiempo sagrado, que hay que concederle incluso a los enemigos.
De otra cosa quería hablar, aunque relacionada con los trabajos publicados en ese suplemento literario, por lo menos en uno. Ernesto Sábato, en El escritor y sus fantasmas, señala locuciones, expresiones y otras indigencias del lenguaje que un escritor debe evitar. Se podrían añadir las pequeñas "joyas" en un artículo encontradas: "una suerte de expansión evolutiva", "certezas estilísticas y existenciales" "gavilla de poemas", "desactivación de las potencialidades regeneradoras", "afanarse a pie de cada verso", "la más genuina voluntad poética", "un sujeto mudado y mudable", "los poetas atienden al tiempo que el ser es en el tiempo", "transitorios espejos afectivos"... y más, de gente con mando en el poperío literario Canary Islands. Sin embargo hay una expresión que sí, que no está mal: "nunca evidencia". Evidentemente.
Más me interesaron los propios versos del autor celebrado. Que es lo que debe ser un recuerdo. Una recopilación de obra escogida del autor, y que calle el coro de cantores, o que hablen muy poco.
De los seís poemas que aparecn en una página, hice un ejercicio dadaísta. Esto acaeció:

Así, hacia seráficos altares
tu rostro,
su origen
suicida.
Decaigo,
sinrazones,
regresado al vivir,
satisfacción inexistente.
Pudimos tu abismo... besarnos.
Vida he sido.

Cualquier relación con la filosofía griega, española o alemana, etc. es ajena a la voluntad de este autor (me refiero a mí), y por tanto, mera casualidad, inorportuna coincidencia.
(A veces hacen más justicia en el valor de un autor sus enemigos que los supuestos amigos.) Queda por hablar, no de ignominias, a las que se enfrenta una tarde memorable en San Andrés con el poeta, pero sí del cuento de Borges. El heroísmo que nadie conoce.