jueves, 16 de junio de 2011

Tarde con Trini

En mi papel de galán (Nahualt dixit) oí la voz de Trini, en bajando alejándome de Urgencias de La Residencia Nuestra Señora de Candelaria. Allí, en el pasado, veinte minutos antes, descubrí el misterio. El misterio hace a veces habitar al alma en la incertidumbre, pero descubrirlo, descorrer la cortina y ver la realidad, también a veces, nos deja defraudados. No me refiero a una cortina por la que metí la cabeza, en Urgencias, por ver si mi padre estaba al otro lado. Lo que había era un cuerpo desnudo sobre una cama. Una enfermera me echó la bronca. "Usted no tiene por qué descorrer la cortina y ver a la señora desnuda". La bronca de la dama enfermera duraba ya más de medio minuto. Otra dama intervino en mi defensa. "Al caballero le dijeron que su padre estaba ahí, él no tiene la culpa". Era la segunda mujer, en poco tiempo, que me libraba de un peligro. Una anterior, pequeña, deliciosamente perfumada, atractiva, pelo corto y rubio, cuando me bajé del tranvía me sujetó de un brazo e impidió que me atropellara otro que llegaba en sentido contrario. Caminamos juntos un buen rato, charlando, no del precio de las batatas, en una atracción esporádica. Nos despedimos después de cruzar el paso de peatones. No le dije que me había salvado la vida y que me tenía a su disposición. No se me ocurrió en ese momento.


El misterio al que me refiero fue anoche. Noche de pensamientos mágicos con Marcelino el Oyente. Y de acontecimientos mágicos. Una llamada de mujer me preguntó si yo vivía solo y acto seguido me dijo que pronto acudiría. Y colgó. El misterio está deshecho. Era el departamento no sé qué de Urgencias.
La casa de Trini estaba cerca. La trasquilada, fosforito inquieto, me explicó dónde.
--¿Cómo se llama?
--La que sube después de pasar el Banco Bilbao --otra vez el orbe financiero--, hay un taller de mecánica... --pero no me dijo el nombre de la calle.
Es la calle Mapuche. El nombre me sacudió del letargo. Ayer Onofre, nuestro mapuche canario, presentó su opera prima en la Muac de la calle El Castillo. Marcelino y yo coincidimos en su parecido, no sólo físico sino verbal también, con Mourinho, otro nahualt.
--¿Vas a salir con esos pantalones rotos? --increpó su madre, de unos vaqueros que le quedaban inpecables.
--Ya soy mayorcita y me pongo lo que quiero. --Acordeme del cuento "Ropa rota", aún inédito, de Marcelino.
--¿Qué tal Marcelino? --preguntó Trini.
Le conté vida y milagros, sin entrar en misterios.
Los nombres de los que hablar se fueron sucediendo hasta llegar los cuerpos al Círculo XII de Enero. Yo tenía más hambre que ganas de oír música, pero la escurridiza Trini se escabulló hacia la sala de música mientras yo hablaba por el celular con Campanilla. No me quedó otro remedio que subir yo también a la sala de música. Cuarteto Piazolla. Tres violines y no sé si un violonchelo. Tangos. Sólo música. Maravilloso.
Santa Cruz seguía siendo un muermo a la salida, pero ella hablaba de Montevideo. Un Montevideo apetecible en el sonido de su boca.
La engañé para que me subiera a La Maldad.
--¿Tú no tienes bono?
Sí, tenía. Pero la engañé. Me quería dejar en el puente Zurita.
--Vas caminando.
--¿Caminando con estos zapatos de invierno, toda esa subida?
No tuvo compasión. No pude convencerla más y me dejó por debajo del campo de fútbol, donde yo quería. Se me había acabado la cajetilla de cigarros, y más arriba a esa hora no queda nada abierto.
Me contó que era familia de Gladis. Luego su coche amarillo se alejó en la noche de después del eclipse. No le pregunté si le gustaban las batatas.

2 comentarios:

el escritor escondido dijo...

Amado líder sobre el orígen de la palabra Montevideo: Se remonta a tiempos de la conquista de América. Un topógrafo para situar exactamente dónde estaba la ciudad apuntó: Monte VI (sexto)D (de) E (este) a O (oeste). Saludos.

Riforfo Rex dijo...

No me lo creo, pero resulta fascinante.
También resultan fascinantes estas lecturas míticas de Santacruz. Me acabo de adcribir a este blog.