sábado, 20 de octubre de 2012

Santo Domingo, Domingo Santo...

Eso que , para no perdernos, llamamos ficción narrativa canaria, lo cual es una ficción (limitar obras como Cucarachas con Chanel, entre otras pocas, al determinismo canario, es no comprender ni el chanel ni las cucarachas), también se desarrolla en los bares. De autores canarios actuales que se han alimentado de este blog (no sé si me honran o me afrentan), uno de los dos que tengo fichado no tendría el capítulo final de su última novela sin la literatura oral que se dio una tarde en el bar Castillo (San Andrés). En fin, no sólo lo que habla la gente sino lo que uno lee en el bar. Autores que leo, como el asturiano José Luis García Martín, son amigos de llevarse lectura al bar. Yo no llevo nada. En el de Ibrahin, aparte de hallazgos orales (verbigracia: "era un pedazo de mierda podrida que andaba por la vida", definición de uno de los feligreses) mis lecturas eran Andrés Chaves (sin desperdicio casi todo lo que escribe), Gónzález Jerez (muy bueno casi siempre) y Peitaví (a veces acertado y otras un poco cansino), y digo era porque Ibrahím cortó la supcrición con el Diario de Avisos, donde colabora Jerez. Y ahora sólo compra El Día, manoseado hasta lo indecible, territorio de los otros dos escritores. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que el arte o el oficio de la escritura, de la escritura que no es pesadez ni pretensión fuera de onda, no se limita a los libros. Periódicos y revistas hace tiempo que son refugio de escritores que merecen este nombre. Y ahora, con internet, los blogs, sin ir más lejos, son más leídos que los libros que se publican, en primer lugar por razones económicas. En segundo lugar porque aquí podemos (puedo) leer a Eduardo García Rojas, Roger Wolfe, J.L. García Martín o Cuervo Herar, por citar a la mitad de autores que leo en pantalla, canarios y no canarios. Pero volviendo a los bares, aún existen los que son teatro sin guión, con la calidad del teatro ya escrito que se pudo gozar el otro día en El Generador.
En mi caso son los que prefiero. Por una mera necesidad de novelería. Por el día el bar de Ibrahim, y por las noches, cuando la cabeza me aturde y el sendentarismo me acojona, bajo al Santo, lugar donde la República Dominicana pone una nota de color bastante apreciable. Me maravilla la chica de San Juan (en Dominicana) que sirve las copas. Hasta ahora me maravillaba su figura, su moverse, su gracia, su rostro de Venus griega y su cuerpo de Venus africana. Nunca había hablado con ella más allá de ponme y cóbrate. Hasta anoche.
--¿Quién te gusta que te toque? ¿tu marido o el de la calle?
--El de la calle... tanto marido, tanto marido, mi marido me toca cuando yo quiero... a mí quien me gusta que me toque es el de la calle.
Bueno, confiesa que ahora no tiene marido. Lo largó con viento fresco.
--A veces yo quería sentir que él me pegaba los cuernos, para yo sentir que por lo menos estaba con un hombre y no con un... Y era un celoso, no podía yo hablar ni bailar con otro porque se ponía celoso... no lo soportaba... no era eso que tú sientes que tienes un macho al lado, que te domine.
--Entonces ¿no te daba la barra que tú querías?
--Hombre, eso son preguntas íntimas...
--Mujer, algún defecto tendría para ser celoso...
--Mira, mira a ese --uno que está en la puerta--. Pone una cara como si estuviese mamando un toto que no le gusta.
Estoy a punto de pregúntarle que es toto, que ya lo sé, pero eso aparte de retórico es demasiado íntimo.
--Un día le señalé el culo... yo a veces enseño el culo, a ver si hay alguien que me lo compre.
Pedí otro buche. Afuera, noche serena después de día de lluvia. Aire limpio. Arriba, en casa, una novelita construida con las notas que tomé en Santo Domingo. Buen final el bar Santo. Literatura canariodominicana.
*
nota: el libro se titula Gutiérrez Albelo y la actual poesía canaria, y su autor: Juan Barceló Jímenez, editado en 1960 por el Aula de Cultura de Tenerife. Este se lo reservo a Alberto Linares. En sus manos será más provechoso.

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