lunes, 15 de septiembre de 2014

Ana me persigue, la acuso de acoso

Hace días leí un escrito de mujer. Me recordó un cuento de Chejov. En el cuento, un viejo general contaba la aventura con una dama. El cuento era el auditorio. Un grupo de chiquillas encantadas con los amores del viejo. Hasta que este dijo que la dama lo acompañó a la habitación del hotel. Todas pusieron la máxima atención.
--Y nos despedimos muy amablemente --concluyó, más o menos, el viejo.
--Bah --protestaron la chiquillas--. ¿y pa eso tanto cuento?
Casi se lo comen. El general tuvo que rectificar.
--No, no, no fue así. Dije eso porque soy un caballero. En realidad, entró en la habitación.
En el escrito pasa lo mismo, solo que los géneros se cambian, el masculino pasa a femenino y al revés. La dama despidió al admirador en la puerta del hotel. Mal hecho. Eso eran los preliminares. Cuando llegas ahí, tienes que seguir. Si no todo, contar algo dentro de la habitación... digo yo.
Lo mismo le pasa a La Regenta. No cuenta nada de lo que pasa en la misma habitación de noche entre el cobarde don Alvaro y doña Ana. 
Anoche, por eso y el capítulo XVII, cogí una rabieta con Leopoldo Alas. Cuando Leopoldo Alas quiere imponer autoridad de autor y suplanta a Clarín, la caga. Me he convertido en clariniano. Pero con don Leopoldo tengo mis dudas. Era abogado. (Por lo menos ejerció de abogado de doña Ana.) Gente sospechosa.

El capítulo XVII fue el primero que conocí de la novela. El inicial del tomo II. Hace aguas, está resbaladizo. El Magistral que está ahí, visitando a Ana para reñirla por ir a ver el día de Todos los Santos el Juan Tenorio de Zorrilla, no es creíble si tienes en cuenta el tomo I, donde unos chiquillos mocosos ("zurriagazo a la candunga") le besan una mano mientras él tiene un ataque furibundo de celos. No puede ser el mismo que después va a ver a Ana Ozores movido solo por la ambición, el temor de perder poder sobre una feligresa que es oro de ley. Y el personaje de Anita no tiene menos fallo en ese capítulo. Si Anita, en el encuentro en el patio de su casa con el Magistral, no sintió lo mismo --y más-- que cuando estuvo palicando en el balcón con don Alvaro a caballo, que baje Dios y lo confirme. El personaje de Ana sobre todo, está en el XVII desdibujado. Ni es Santa ni es pecadora ni es pecadora ni es santa. Pero esto tiene arreglo. J & J. Colección Animal. Misión: quitar a Leopoldo Alas de donde él quitó a Clarín. Devolverle la obra a Clarín. Por lo menos en este capítulo. En un 3,3 por ciento de la novela, como hizo Alarcos.

La Regenta no es La Celestina (novela de todas las novelas) pero se le acerca. El personaje don Cayetano Ripamalán, el Arturo Maccanti q. e. p. d. de Vetusta, tiene trabajo. 

Clarín tiene la clarividencia del escritor. Deja que sea la obra la que hable, como hizo el judío Rojas en La Celestina. Leopoldo Alas es un fastidio. La necesidad de quedar bien (porque Ana Ozores y Leopldo Alas son el mismo ente humano) le pone borrones a una obra genial. En este punto Flaubert hiló un poco más fino. El francés no sufrió una ciudad levítica. 
*
Leo las actas de un congreso en Oviedo sobre la novela. Deliciosa la prosa de Alarcos Llorach. Me llamó además la atención que otroscorroboraran lo que denomino, en privado no en público, fauvismo narrativo, técnica del contrapunto. 
No he visto a nadie que haya notado la importancia del cuadro que son Saturnino Bermúdez enseña a un matrimonio mientras la viuda Obdulia, colega de Ana Ozores, le desabrocha en lo oscuro los botones de la sotana...

En fin. 
Estoy mejor. Salgo del cansancio cósmico. Sigo.
Y te amo, Frasquita.

1 comentario:

Jesús Castellano dijo...

fe de erratas.

otros corroboran // don Saturnino

no:
otroscorroboraron // son ...