miércoles, 18 de noviembre de 2015

dónde está el son?

¿Quién pudiera ir a su son y refugiarse consigo. ¿Con quién? Cosas mías, que no sé ya que son bailo. Lo mío es la décima, el punto cubano.


En París hay arrebatos
de polis y musulmanes,
unos se llevan los panes
y los otros son jabatos
cruzando a cada rato
las ideas de Voltaire,
los versos de Baudelaire,
bombas aquí y allí
es un cuadro este París
y me acuerdo del francés


que aprendí en el colegio,
buenos días, buenas tardes,
que su perro no me ladre
y yo le doy los arpegios
de guillotinas y regios
caretos que allí acabaron,
es el amor un marrano
y la guerra un matarile,
vete a París y dile
que calme el dolor insano


que tenemos los humanos
de oír tanta sandez,
no son dos ni son tres
los muertos que nos mataron,
las vidas que se llevaron
los que no están conformes
con este mundo deforme,
y no les falta razón,
la razón es un cabrón
que por los huevos se come.


En fin, que bajé a escribir sobre "la bacinilla de las siete meadas", retrato atentatorio contra el honor de una persona que costó a dos periodista y a un periódico seis mil euros en sentencia creo que recurrible. Por lo pronto el Palacio de Justicia de esta ciudad prefiero no tocarlo. Ya me lo decía Víctor Roncero: tú vete, tócalo y si te dejan dentro a mí no me llames, no te voy a defender.
También quería hablar de la jefa de la policía local de esta ciudad, que me entero que quiere preparar al cuerpo en la lucha contra el yihadista infiltrado. El otro día la carretera de San Andrés estaba vistosa de celulares de la Unipol. No me creo que estuviesen allí para controlar el tráfico. Supongo que eso era el simulacro.
Todo se hace simulacro.
Como la acción que me propone mi amigo en el entorno del Parlamento de Canarias en esta ciudad. Allí, dicen, vive Patricia Hernández. Afuera viven tres piedras. Yo sólo advierto prudencia. La Unipol despierta del letargo.
Y yo sin tener su son. Que tristeza.

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