miércoles, 29 de junio de 2016

teatro japonés

Pepe:
el lunes nos visitó una nueva profesora en la clase de teatro.
Todavía me acuerdo el día que fue la maestra de danza. Te acuerdas, le hice unas rimas?
Buena chica. Nerviosa. Como si fuera a un examen donde tiene que darlo todo. Era flaca y flexible. Me enseñó a danzar.
La maestra de ayer fue de creación colectiva (trabajamos los pecados capitales pero por ahora ninguno asoma cabeza, no se expresan). Yo no expresé la lujuria cuando dijo que había hecho un máster. La vi llena de sabiduría. Pero me comporté como un caballero.
Yo no soy un caballero sino un escudero. Me gusta estar con caballeros que valen la pena. Y soy buen vasallo si hay buen señor. Como ayer con Juan Royo. Estaba contento. Una insigne institución de alto copete de La Laguna había valorado, con justicia, su novela Mejor cuando improvisas. 
Estaba contento y me invitó al mejor japonés de todas las islas. Cena con Champagne.
--A mí me gusta jugar a ser rico.
Me acordé de Baudelaire. El poeta aconsejaba a los que querían ser poetas que no tuviesen acreedores pero que pareciese que los tenían.
Y Jorge Luis Borges señala que el arte creativo más poderoso brota en los albañales. Un ejemplo es, según Borges, las mil y una noche.
De la música de los ruinas surgen las mejores sinfonías.
De hecho, en la novela de Juan hay una novedad (si no miento) en relación con la novela picaresca.
Es una novela picaresca protagonizada por un caballero con fortuna.
Pero un caballero sin nombre.
Buena novela, yo la tengo en gran estima. Y su correlato en la literatura universal, lo descubrí hoy,
es la novela de Juan Rulfo. Pedro Páramo.
Una novela nada picaresca.
Salimos inspirados del japonés. Le canté a la maestra de creación literaria

pintaría, bella Isabel,
con pincelitos finos
los hilos de tus pestañas,
tus cabellos con los dedos,
tu pelo color de grana,
la nuca color caoba
y las teticas de malva,
de amarillo como el sol
la flores de tu mirada
pero soy pobre pintor
y ya no pinto más nada.

Juan miraba a Murphy y recordaba el tiempo en que él lo puso allí.
Lagrimas negras caían sobre la triste ciudad.

etc.

1 comentario:

Riforfo Rex dijo...

Yo tengo la impresión de que tú vives como un aristócrata de esos bohemios de los años veinte, uno de esos decadentes ya sin recursos, pero con toda la inventiva y las ganas de vivir que aquellos tenían. Hay un tal Juan de Nogales que me sirve de ejemplo. http://javiersevillano.es/VillardeArganan/juan-nogales-delicado.htm
Saludos.