sábado, 13 de mayo de 2017

la ciudad de la piedra negra de Dios

Pepe:
Espero que estés bien y animado.
Por aquí, como ves, con el portátil instalado.
Tito lo trajo ayer y lo dejó funcionando.
Esta mañana me levanté con los huesos de Franco. Primero los huesos de Lorca, Luego los de Cervantes y ahora los de Franco. La casualidad cabalística es la r en la primera sílaba de los tres nombres. La R, leí el otro día, es amarilla.
La diferencia entre los poetas, los hombres de letras, y el militar, es que en los escritores sus restos están ilocalizados. La muerte de Lorca fue triste. Cervantes murió pobre. La muerte de Franco fue artificial. Un esperpento en el callejón del Gato.
En fin ; Pepe, más cosas que decir sobre huesos de muertos. Pero mejor lo dejo pendiente.

Te hablo de la visita a la reumatóloga? Con mi hermana fui. Peninsular cerrada, la doctora. Quedó en irse conmigo a un hotel de 5 estrellas. Tengo que comprar un cupón a ver si lo saco y hago verdad la utopía. Doctora y atractiva. Perfecto.
Quería también contarte lo último que he leído. La novela de Javier Hernández y también la última de Juan  Royo. La de Javier es erre minúscula. La de Juan, R mayúscula. Se acerca más a Merlín y familia. Gran novelita de Cunqueiro me trajo el Jabalí. Me ayuda a afinar la del gigoló, que por el camino que va puede convertirse en un caso similar a la novela de Ignacio Gaspar. Caso que sabe Ramón.
Ayer me llamó.
Y Carmen quedó en traerme los poemas de Gala.
Decisión della.

Bueno, Viejo. A ver si engrasamos esto y le damos al verbo y lo hacemos carne. O huesos.
Un abrazo.

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