miércoles, 13 de junio de 2012

Sufre, mamón

Bueno, acabo de leer el blog de José María y por fin me aclaro lo que quiere decir con "artesanal". Lo reduce al beséler. Qué chasco. En fin, aclarado la semántica. Yo como soy su devoto lector más torpe, en una escala inferior a la media, a veces me cuesta entenderlo, cosa que habla muy mal de mí, poco leído y lento entender, como el otro día tarde noche en la calle Nokia (denominación que debemos a José María).
Yo había estado por la tarde en el sillón del patio, donde hoy tuve un sueño memorable, y en la tele una comunicante telefónica le decía a Karisma:
--mis hijas tienen marido, queridos todavía no --frase talismán a tener en cuenta, creo.
En fin, luego, intrigado por una carta del extranjero que compartía con Atis, mi amiga rubia del Sur: La llamé mientras bajaba al TEA, estaba por la zona de Miraflores, un poco más arriba de donde Margarita la Flor tenía su oficina en los tiempos de Puerto Santo. Quedamos y salimos a enamorar a la sombra de los laureles. Compartíamos el mismo complejo de Amigos Huevo. Al que buscan cuando quieren hacer una tortilla. Amigos ocultos a la concurrencia. Prendas que pasarán de moda. Atis no bebe. Yo sí, por mis pulsiones y conectividades electivas. Cerveza esta vez. Lágrimas de la cebada. Pero mejor es no llorar. Disimular la ignorancia y seguir mostrando el capazón, que últimamente está más bien deslucido. A la par con lo de dentro. Y Atis y yo nos sentimos carentes de genio para defendernos de los ataques del mundo. Los sufrimientos en la iglesia La Concepción. La hora del rosario. Ave María, Ave María, Ave María. Mucho calor allí dentro. Calor de Amor pero no suficiente. Vámonos, adonde haga un poco de frescor. La calle Nokia. Al rato llegan José María y G. G primero, muy guapa, racial, elegante, estupenda. Y José María tampoco está mal. Le sienta bien el pelado. Le da aire de niño travieso, de gringo quijano.
--¿Leíste lo mío dEl Perseguidor... ¿Lo entendiste?  
--Sí, perfectamente. --Ahora sé que no lo entendí del todo, estaba equivocado. La literatura artesanal es el éxito de venta, y la artística el fracaso porque sólo la leen los que saben latín.
Más tarde se establece la camaradería en la barra. G habla con Atis de menesteres del mundo. José María reitera que yo no pienso ni reflexiono, lo mío es dejarme llevar por impulsos poéticos. El otro día arreglé una cerradura. Pensé, observé, reflexioné y arreglé. Una lástima que el amigo no me viese. Me fastidia que me considere un irracional que depende de los astros, de la inspiración, del azar. Me fastidia porque es verdad. No puedo demostrar lo contrario. Lo de la cerradura no es nada, quince minutos de gloria --lo que duró resolver el dilema-- en las monótonas horas del resto de la vida. En la vida he escrito una cuantía sobrehumana de páginas (y aunque no sé si alguna se salvara de la basura del tiempo), al parecer de nuestro antiguo nahualt de Radio Tijuana, no ha habido observación minuciosa, investigación y estudio de la materia y los materiales. Telarañas por ejemplo --que el capitán Spok si compró, 3 euros ejemplar. Vale, es una obra frustrada pero con unos cimientos sólidos, una máquina narrativa bestial. Mi error fue darla a la imprenta, acuciado por el hedonismo, cuando aún no había madurado el imaginario de los acontecimientos. Recuerdo que Isaac de Vega leyó un borrador de esa "novela" por fuera de su casa en Igueste hace muchos años. Café, ron y lectura de Telarañas por un autor que ha sido mi maestro. Esa memoria que no la pise nadie. Corrigió los folios y me invitó a sacarla a la luz. Entonces no pudo ser. Y cuando Agustín Pacheco me avisó de la posibilidad de publicar algo, había mareado la perdiz, el borrador original, echado a perder.
José María y G me hablan del señor H, mi antagónico. Este caballero sí piensa y reflexiona, y estudia, es un sabio. Y sus preferencias sentimentales son las treintañeras. A mí al parecer sólo me gustan las mayores, las mujeres maduras. La chica de negro de la barra me mira, le pido un ron. Esta vez un ron. Demasiado joven. No me gustan las treitañeras. Soy la voz de quien me nombra. Estoy a su merced. El viento es su mirada. El señor H, en cambio, sólo transige a una comida sentimental con una mujer mayor cuando la señora lo busca solícita y anhelante. Pero sólo una comida o dos. Luego no más. Luego se vierte a las treitañeras. Que se rinden devotas en el reino de su Inteligencia. Como más o menos también me lo retrataba mi amigo EEE el otro día en el club de Tenis, el que también frecuenta mi leído Víctor Alamo de la Rosa. Y en el futuro el señor H. Un ismaelserrano del piano, la filosofía y la jurisprudencia, y del saber no dar la lata. No como yo, que me quiere mi amiga del alma y yo no la quiero lo suficiente. Bajaré al barraco, amada G, y buscaré semillas de tartagero. Y de Venenero, para el señor H.  Y sobre José María, a ver si la pulsión poética me aclara que diccionario de adjetivos usa. Estoy enamorado de sus adjetivos. Maduros y pintados con colores asiáticos,

2 comentarios:

Jesús Castellano dijo...

fe de falts:
tartaguero, no tartagero. Esto es otra cosa.

Jesús Castellano dijo...

Todo lo anterior es una tontería. Ya está bien de que un tío mierda que no me conoce sino superficial me esté tocando los huevos, y al retrasado del hermano que le den morsillas. Si quiere enfrentarse como un hombre, aquí me tiene. Se acabó la amistad y los paños calientes.