jueves, 28 de junio de 2012

varias novelas y un recuerdo

Juan Royo y yo diferimos en cuanto a nuestro editor. Jaun quiere hacerlo rico y yo quiero que él me haga rico a mí. De ilusiones vivimos. A Libro del cuervo, cien páginas de interés le concedió Eduardo García Rojas. Sería un abuso condenarlo ahora a releer, iniciando la lectura en la página 100. Ahí la cosa da un giro de 180 grados. Lo que ocurre deja de ser realidad y es ficción. ¿Otra novela emparentada con la anterior por el espacio y los personajes? Puede que sí. El narrador protagonista se aleja de la realidad hacia el sueño de la realidad. Esto puede parecer un galimatías y lo es, pero un galimatías que me costó cuatro versiones de esa novela. Ahora descubro que nada es gratuito y que la acción avanza como antiguo burro sujeto al palo de un molino. Todas las vueltas parecen la misma, pero no es así. Está probada la necesidad humana de que no lo sea, como cuando oímos el tic-tac; el oído percibe el tic-tac con un ritmo que en la realidad no existe (si excluimos de la realidad el modo en que percibimos la realidad). En fin, para explicar esto nada mejor que recurrir al libro sobre física que editó recientemente Aguere&Idea (una visión del movimiento creo que original, haciendo comprensible la paradoja de Aquiles y la tortuga).

El otro día, entre el vino Miradero, la coca de verdura, la crema de melón y la ensalada colorada, Pepa me hizo recordar mis tiempos escolares. Gracias a un amigo (Ramón Pineda), adicto a Albert Einsten, mi mente se fijó de primero a cuarto de bachiller más en las matemáticas que en el latín. Mi latín siempre fue muy pobre. Saqué un sobresaliente en la interrupta carrera de Filología  gracias a una argucia que mi amigo Berto, aparte de despertarme de madrugada para pasarme miel por los labios, conoce. Cuando llegué al instituto procedente del colegio, después de la reválida, dejé ciencia y me pase a letras. Motivos, aburridos motivos. Y me puse a escribir historia. Me gustaba usar la palabra escrita --era un modo de tener una gracia que no tenía hablando-- pero me costó un potosí adueñarme de una aceptable ortografia. Las palabras tenían un valor de uso, me intersaban su significado inmediato y no tanto su forma, su significante. Pero cambio de tema. Hablaré de Puerto Santo. Si se quiere comprender (diría un pedante) al actual Santa Pus, descrita en Cucarachas con Chanel, Puerto Santo es los cimientos de lo que hoy es esta ciudad. Firmo casi todo lo que escribe Eduardo García Rojas sobre Puerto Santo. Pero no eso que dice de que no es una novela redonda. Sí lo es. El periplo de los cobardes, en un viaje de ida y vuelta, mientras aquí abajo, en la ciudad injunto al mar, un godo petulante se transforma en un godo mártir, ajusticiado por un pescador que no comprende nada y lo comprende todo, con sus amigos el sepulturero, el maestro buscador de colillas y la negra Flor de la calle Monteverde.

Mientras tanto, leo Paréntesis, de Hosman Amin. Aún no sé qué pintan los poemas entre los relatos (estética distinta, sin valor de contraste) pero las narraciones me parecen logradísimas. Uno entra en ellas, oye a quien las cuenta con atención, aunque a veces deje egnimas en el tintero, quizá porque el propio narrador no sabe esos enigma, como qué había en la bolsa de basura del huesped Anibal. Los cuentos de Hosman tienen sabor popular, sólo que contados por alguien que huye del populismo y... no acierto ahora con la palabra, lo que hacía Arniche o Pancho Guerra. Así ocurre en el cuento donde una ramera se acuesta con el Diablo, o en el mismo cuento de la bolsa de basura. Seguiré leyendo, y que Hosman me perdone si me salvo de los poemas. No porque sean malos. Son simplemente otra cosa, otro libro. Y los cuentos de viajes a La Palma, me recuerda que tengo inconcluso el mío en este blog. Creao que de algo modo estaba esperando la luz de los relatos palmeros de Peréntesis.

1 comentario:

Hosmán A. T. dijo...

Nada que perdonar. Agradecido, señor Castellano.