domingo, 13 de octubre de 2019

El picoleto de baja habla con la novia del cubano santero, que barre por fuera su casa, frente al carrito de Vicenta. Me oye llegar, por el bastón, de palo, sin goma. Toc, toc.

--Te voy a contar un chiste. En la parada de la guagua esperaban un padre con siete hijos y un cojo con una pata de palo. Llegó la última guagua, casi llena y cuando subieron los siete hijos el chófer les dijo a los dos hombres que ya estaba completo y que ellos se fueran andando. Empezaron a andar, el cojo detrás, toc, toc. El de delante ya nervioso le recriminó que por qué no le ponía una gomita a la puta pata. Y el cojo le dijo: Si tú te hubieras puesto una goma en la polla, ahora estaríamos en la guagua y no caminando como pollabobas.

El caso es que el nota, nada más acabar el chiste, se fijó en la tierra bajo el manguero y vio una goma que encajó en el bastón. Sólo hay que ponerle pegamento. Es pequeña y negra, discreta. La novia del cubano santero, traje rojo suelto, muy bien elegido, se quedó sorprendida. Dejó de barrer.

Por la tarde toca en la puerta la señora Carpentier. Le digo que entre y si no entra que no espere que yo me siente con ella en un banco a hablar de literatura. Mañana, si me levanto, voy a La Granja al homenaje a Isabel Medina. Si me acuerdo pido en la Bibloteca El marino que perdió la gracia del mar. Y entonces sí me siento con ella en la calle, y se lo leo, a ver si aprende. Y si no quiere que  se lo lea, pues nada. Lo vuelvo a leer yo solo.

A Alicia Contreras, compañera del Club de Lectura, le dan un premio literario. Recuerdo que en su estancia en El Médano me prometió leer El marino que perdió la gracia del mar y La casa de las bellas durmientes. Dos novelas japonesas. Japonesa también es la película que más me ha impresionado: El valle de Narayama, un sitio adonde van a morir los viejos que pierden los dientes para que en el invierno quede comida para los demás. La historia la marca la mujer anciana pero fuerte, dentadura fuerte, que se rompe los dientes sin piedad, con una piedra, para que su hijo la lleve a Narayama.

El vecino político jardinero intenta ayer pegar la hebra con su monólogo.
--No tengo gansas de oírte.

No es el único a quien no tengo ganas de oír.

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