miércoles, 23 de octubre de 2019

Siempre de noche está abierto el ventanuco que da a la escalera. Pienso en el cuadro de Duchamp Desnudo bajando la escalera. El que imagino es Semidesnuda subiendo la escalera. 

En el Club de Lectores me senté al lado de la mujer que regresó de Berlín. Tengo que aprenderme el monólogo de don Juan a doña Inés. Quizá tenga oportunidad de recitarlo en su oreja izquierda. Si es en la derecha, tendrá que ser aquel de Villon que, más o menos, dice:

El honor me importa un carajo
y la honra menos, que se metan en el culo
sus honras y sus honores.
Yo vivo con mi puta,
cabreado si no gana un puto duro.
La noche que no trae nada para llenar el caldero
me acuesto en el sofá y la dejo olvidada,
que se joda, pero los día que viene con el bolso lleno
follamos hasta el amanecer y nos reímos
de todos los clientes, gente con honra y honor
que defender, y ocultar. Ella no me oculta nada,
su coño tiene la tersura del diamante
y su boca el sabor de la cena.

Bueno, mejor le busco la oreja izquierda.

La que no fue es, rostro de Botticeli, la amiga (y lectora compañera) Teresa. Teresa se llama la protagonista de la novela que hemos leído. Una historia de amor lesbiano en el año 52 del siglo XX. Tabú entonces. Los progres del club no quisieron entrar al trapo cuando hablé de los tabús sexuales de hoy y aquí. Los hay ancestrales (el tabú del incesto) pero los hay que son por temporadas. La pederastia. ¿Quién la defiende hoy? El único cuento que he leído a favor (no pornográfico) es de Rubem Fonseca: un padre tiene un hijo torpe. Lo pone en clase particular con una maestra. El hijo aprende cuentas y letras en poco tiempo. La maestra es llamada a la policía por antecedentes pederasta con antiguos alumnos y sospecha con el actual. El padre interroga al hijo y sí, la sospecha tiene fundamento. El padre le dice al hijo lo que tiene que decirle a la policía. La maestra es declarada inocente. El padre sigue pagando las clases de su hijo. Está prosperando más que adecuadamente.

Luna de octubre. Menguante pero jodidamente sangrienta.


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