viernes, 21 de febrero de 2020

Sigo trabajando las dos novelas. Barrio Chino ya la cerré, doctora. Hay todavía algún cabo suelto, alguna contradicción en la trama, pero los rotos le vienen bien a la obra, es una obra que parece rota. No tiene una continuidad en el tiempo sino que va siguiendo el rumbo de la memoria del personaje principal. El tiempo juega al tejo. Pero un buen prólogo que ordene el tiempo de la acción, que no haga que quien lea no se entere bien hasta la página 30 del mundo que refleja, toda una vida, no le vendría mal. Además está fabricada de un modo del que ahora soy contrario. Mezclar historias que fueron reales con otras que son frutos de la imaginación.
En la otra novela también hay ficción pura, pero en dos tiempos distintos. La infancia y juventud del personaje es inventada, y la figura del hermano también, pero los hechos en Gijón --salvo la reuniones literarias del crítico literario en el antro la Buhardilla--. Esta no necesita prólogo. Elimino alguna improcedencia pero ya está prácticamente lista.

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Ya empezó el tinglado de los carnavales. En fotos veo a los amigos de Ático 13 espléndidamente disfrazados. Qué magua. Mi cuerpo no está para fiestas. Me mantengo pero sin mucha bulla.

Ramón Herar me manda una foto de San Andrés, del año 1927. Era la fecha que tenía la escalinata de la iglesia. La quitaron y pusieron una entrada fea y gris. Y la campana, que era de un barco que naufragó entre Las Gaviotas y Las Teresitas, también la quitaron. Pusieron otra con un mecanismo que la hace sonar. En fin. Aquí no importa lo que hay de valor. Siempre habrá algo de valor, espacio protegido, que se pueda vender al turista. Santa Cruz se empeña en no proteger sino lo feo, lo horrible. Lo que le queda de bello permanece por casualidad, si es que permanece por mucho tiempo.
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Un amigo es intocable. Si quieres llevarte bien conmigo, no toques mal a mi amigo. O a mi amiga. No sé nada de ella. Sé que no lo está pasando bien. Se puso en contacto conmigo pero no le pregunté dónde vive ahora. No es el momento. No tengo el remedio que necesita. Que haya silencio mientras no haya remedio.
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En las redes corre por todos lados el vídeo de un niño... Temo trampa. Eso no puede ser. Que una madre sepa que su hijo está sufriendo maltrato todos los días, y espere a que el niño desesperado quiera matarse para grabar su angustia y denunciar la situación, no es fácilmente creíble.



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