sábado, 29 de marzo de 2025

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 Ayer murió Ibrahim. Hoy fue el funeral. Dios lo tenga en su gloria. Desde que cerró el bar, quedó bastante tocada la animación del barrio, y él mismo se desanimó. Sin su dominio fue cayendo poco a poco, hasta que cayó del todo. En este tiempo, también se fueron Juanjo, el picoleto afable y generoso que muchas veces me invitó a su casa a tomar un piscolabis o íbamos por ahí a pillar tierras raras. Y también Luis, el que quiso hacer de los jardines de la calle un ejemplo mundial de jardinería elevada. También Teresita, que venía por mi casa, a pesar de estar mal visto que una mujer entre donde vive un hombre solo. El barrio se ha ido deshojando con una frecuencia sin pausa. Y se fue Hilario, el amigo que me arreglaba deterioros del hogar a un precio de amigo. Y más gente. La vecina que a veces me llamaba para regalarme unas manzanas. Etc.

En lo literario, sigo trabajando con una conciencia de fracaso que, si lo pienso bien, me dan ganas de dejarlo y que todo se lo lleve la trampa. Injertos se lo di a Pepe para que hiciese un prólogo. Hacer un prólogo cuando no tienes editor que le dé luz a la obra, es una insensatez. A Juan le propuse mandarle por correo Vertical blues, con el mismo propósito, hacer un prólogo. El hombre pone los números y Dios saca las cuentas. Eduardo me llamó por si yo quería tener un libro de Roger que encontró y quiere regalármelo porque está dedicado especialmente a mí. Le propuse a Ramón quedar para verlo y comer con él. Pero debe de estar muy ocupado con los espiques del Sur. Se comprende.

En esta primavera dejé de pensar cómo hacer posible los deseos del invierno. El idealismo no conduce a nada.

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