sábado, 20 de noviembre de 2010

partes y recuerdos de un negro corrector

Ayer mi padre se cayó en la azotea de las ratas. Bajo por la escalera de mano a recoger las ratoneras vacías y cuando subía perdió pie. Pero las enfermedades son celosas. No quieren que su víctima se despida de este mundo con un golpe en la cabeza, parece como si hubiesen firmado un convenio con la Muerte. Pero el viejo quedó baldado. Y perdió el apetito y las ganas de hasta ver el partido del Madrid de Mou. 5-1. Los leones quedaron reducidos a gatos.



Por la tarde me llamó Julia Gil, que presenta un libro de relatos el lunes en Casa Elder. Me trabajó para ir el martes a radio Tijuana, al programa La Puerta. Lo siento, amiga, los micrófonos el martes próximo están todos ocupados, presuntamente ocupados. Y el próximo del próximo, creo que también. Próximos invitados, si hay suerte y salud, J Ramallo y Marcelino Marichal, uno detrás de otro.



Sigo con los trabajos de negro y de corrector. Uno ya casi lo terminé. El otro, va pa largo, a pesar de las prisas de la parte contratante. Hoy recordé un tiempo en que corregí un libro en que arquitectos célebres explicaban y defendían su arte, Calatrava entre ellos (Aunque yo preferí a Niemeyer, ahora no recuerdo por qué). Me aficioné a la lectura de las ciudades. Leí mucho sobre la cosa, e hice un proyecto que... ya desapereció como el último tango y el último mohicano.



Y nada más por hoy. Iván el flaco sigue reventando a la Tijuana del Castillo y, hoy sábado-domingo, otra vez baile en la plaza. Música, maestro.

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