miércoles, 3 de abril de 2013

JAZZ

--No te voy a contar nada --dijo la dominicana--. Si no me crees no te voy a contar nada más nunca.
--No te conozco. No tienes que contarme nada.
Hablaba de que tenía un juicio, y en El gigoló dos juicios corren a lo largo de toda la novela, o mejor dicho, las consecuencias del juicio. Me intresaba el tema. Pero algo no me cuadró. Y no estoy para fantasías dominicanas.
Yo una vez tuve dos juicios y me senteciaron a cumplir penas y soltar perras. Recordé algo de la mecánica del castillo de la Justicia. El tempo. Le expresé mis dudas, le pregunté que si de verdad ese juicio era verdad, y se me enfadó y me dijo eso, que no me iba a contar más nada. Una pena, porque esta dominicanas hablan maravilla, pero no me gustan que me metan boliches. Te hacen perder el tiempo. Y el tiempo es oro. En fin, segunda incomprensión en el bar. A Nally se le quita el enfado y ahora se me enfada esta. No sé cómo se llama. No le pregunté el nombre. Una pena, es bonita, simpática, narra musical, una maravilla en la gesta de la ficción narrativa.
En el Sur me dan la espalda. Si La Maldad también me da la espalda, no sé dónde me voy a esconder.
Mejor subo a La Laguna. Hoy JAZZ.

1 comentario:

campanilla dijo...

El tiempo no es oro,
el orono vale nada.
El tiempo es vida.

(José Luis Sampedro).