miércoles, 10 de julio de 2013

ifara de tamarindos

a veces vive uno como si de pronto fuera a estallar una bomba. Y no hay bomberos. Ayer con los animales Maestro Jabalí, don Tigre y Bella de Judea, por fuera, por dentro y por todos los lados. Valdrá la pena aparecer por la librería Ifara y dejar que ella, Ejemplar único, te seduzca. Ella vierte rojo y azul sobre el curso de las cosas. Pero yo seguramente acudiré cuando llegue la tía Yoyoçagua. Cabo Verde debe de ser muy lindo...
--Yo no te voy a decir ni mu porque todo lo cuentas en el blog.
Todo no. Todo lo que me acuerde y me dé tiempo de contar, y aprovecho para recordar a Cuervo que se deje oír.
Se ha perdido en su vuelo.
Y a Marcelino que bajo a coger tamarindos. Tamarindos, Ifara... son palabras picantes, el picante que le falta a mi amiga Roxana en el cuento que mandó, pero ya akí nos hacemos cargo, Roxana merece un buen negro, y además el Papa va a dar un paso hacia la humildad, hacia la liberación de la importancia personal, en la línea de Poeta hermafrodita.
--Aguantarle borracheras a nadie, como si esto fuera un bar --la moza del Kalypso. Me voy de akí. Al lado la máquina del helado está caliente, la música es horrible y el borracho sigue dando la lata.
Me esperan los tamarindos. Agua de tamarindo, míster Guolfe.


Nota para los constructores de L28.

Otro día.

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