domingo, 10 de noviembre de 2013

a las manos de mi amigo

Genialidad Andrés Chaves, escribe como Los Ángeles. Leer a diario escritor así es un lujo. Personajes que uno no conoce se convierten en personajes de postín. Como un tal Corralito con mando en plaza en el Ayuntamiento de Santa Pus.
Chaves prometió hablar del caso Ayuntamiento de Tacoronte. No lo ha hecho. Una pena. Me interesa esa álgebra política. Ese romance en contrapunto PP - PSOE (la expulsión de los militantes de PSOE suena a cuento chino, ¿para proteger la inacción de Paulino Rivero?

--Si vas a hacer lo que te diga, te curo el pie; si no, no me hagas perder el tiempo --dijo el hombre en cuyas manos puse el pie.
Lo que usted diga y más si es necesario. 
No me prohibió caminar.
--Camina, pero con moderación. 
Así que bajé al Kalypso. Dejé el patio de lectura. Aparqué la pintura hasta que Christian pille azul cobalto y azul carmesí y me llame pa terminar el cuadro de Barrio Nuevo. En ese barrio se esconden imágenes cruciales de la adolescencia. Algún día tengo que visitarlo, subir de nuevo a Cueva Roja por la escalera de los cien escalones.
Visitarlo como Eduardo Delgado Montelongo visitó las siete islas. (¿Siete veces repite siete?) Hablo de Cuaderno afortunado. Eduardo o su personaje narrador. No me imagino yo al autor tan mal bicho, de robar y timar como quien lava. Aún le falta vestir con chorizo perro Los puercos de Circe y cambiar de antología de poetas. Sí, en La Gomera, en la Villa, en iniciando el viaje tuvo el momento poético de silencio amordazado, pero en La Palma, la poesía y el amor sexual por Beatriz de Bobadilla o el amor romántico por Gara, se esfunan. Aquí el narrador se tira a una cuantas, y cuando se abalanza, machote, con el machete a una cuarta, esta lo rechaza y sale corriendo. Él se lo perdió. Quería dormir con mujer esa noche.
Pero a lo que iba. La poesía canaria. Cito la página 101 --el libro merecía 1001 páginas--. La crítica no admite réplica:

Volví a tumbarme en el colchón y no duré despierto ni medio poema de Padorno.

El libro merece otro viaje por los mismos sitios. Contar el cuento de la pelmaza que empezó con la historia de su boda. No sabemos cómo fue vestida, qué llevaba debajo, qué le pasó con el esposo luego. A veces el rufián de la mochila se aleja demasiado deprisa de sus personajes, aliados pero que él no se da cuenta que son aliados. Los deja a medio hablar. 
Me llama también este libro de Eduardo Montelongo por sus coincidencias mágicas (sí, mágicas, sin cursivas) con El gigoló. 
De este misterio, a ver si puedo decir algo en otra entrega. Ahora recuerdo que bajé al Kalypso a contar la presentación el otro día en la MAC. (Casa Élder si quieres escribir una historia de fantasmas.)

Anghel no me sugirió dirigir una colección de poesía canaria actual. Ni loco le iba a decir que sí. Hay que ser ávaro en eso de enemigos, multiplicarlos es malo e innecesario. 

Cualquier delito es meritorio si no te lo descumbren. Hay quienes defienden la teoría política de que si no eres ladrón, mentiroso y asesino, no saldrás nunca de pobre diablo. Esta tesis es explícita en la novela Un camino a través del infierno (Javier Hernández) e implícita en La casa de las flores rotas (Juan Andrés Herrera). 
Bueno, me voy que aquí el tiempo vale dinero (desde que se inventó el dinero, el tiempo es dinero) con un sugerencia al enigma del invitado

Argelia tenía
el perfume puesto
y encendidos
los labios.
Y el invitado no llega.
¿Dónde
se ha escondido
y como a sierva herida
me ha dejado?
Y habla Eduardo
en la mesa puesta
de la MAC.


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