martes, 25 de marzo de 2014

la llave

Es curioso como un objeto útil, físico, una llave en este caso, puede elevarse a una encadenación metafísica. Esa metafísica que se puede tocar con los dedos de los pies. Un solo dedo, un solo golpe, es suficiente. Mi amiga lo supo a tiempo. Si bailamos sobre el lienzo, la pintura hubiese sido otra, no la que yo buscaba. El rostro de una mujer. Carmen Martín, llave del Cielo, benigna presencia, con poder, contra lo maléfico del mundo. No la llamo porque mi voz no merece abordar su oído, pero la tengo en el patio. Último cuadro en estos tiempos de Nguyen.¿Por qué asomó Carmen al lienzo? No lo sé. O sí.
Mi memoria del caso Llave se remonta a un cuadro que comencé, en compañía de Marcelino, en la casa de una mujer con la que yo vivía entonces, en El Becerril, barrio de La Candelaria, La Cuesta. Ella también tenía fiebre pictórica, pero esto es otro cuento. El que aquí importa es que en ese cuadro aparece una llave, en un primerísmo plano, parte superior (el cuadro no se títula "Esto no es una llave"), una llave que en el proceso de construcción, sustituyó a una carta del Tarot. Otros arcanos, posados por la manos de Marcelino y las mías sobre el lienzo en blanco aquella noche, siguen en el cuadro. La Estrella  (en la zona de la Casa, símbolo X, cruz de San Andrés). El Papa, en el centro del cuadro. El Caballero de Espadas (la Inteligencia) y el Caballero de Bastos (la Creatividad) custodian al Papa, que a la vez protege, guarda, custodia, a la Estrella. En la esquina (X) del Laberinto, una muchacha pelirroja, vestida de blanco, con guantes verdes, habla con el caballero de Bastos, que le indica que detenga su marcha hacia el Papa. En un segundo plano, ajenos a lo que sucede, una escena de pub nocturno (un hombre toma una copa con dos mujeres, mesa de cristal, redonda; la mayor aproximación de esta imagen al Tarot sería el arcano del Diablo). Por lo demás, el espacio del cuadro es fantasmagórico, irreal. 
La llave asoma por la parte superior del marco. Parece que cayera (o se elevara), como una de las numerosas llaves que se ven en la portada de ¿Quién cuidará de mis guardianes?, el libro de cuentos de Alba Sabina Pérez.
En el estado actual de la obra, el Papa y el Bastos tienen rostros serenos, nobles, decididos, fuertes. Espada lo tiene crispado, se enfrenta a una selva de abismos; está alerta, dispuesto a defender el territorio del poder moral. 
La llave de este cuadro es enigmática, de indeciso significado. Otra llave, ésta más cercana en el tiempo, real, tangible, física, cuya función es abrir una puerta, real, física, está ligada a una cremallera. La cremallera guardaba la llave. ¿Quién la abrió? ¿Qué importa?
El cuadro me lleva a otro, más reciente. Es una escena, algo sórdida, del Vaticano, un Vaticano con dos Papas. En él aparece una rata azul que besa la mano de un príncipe.
Otra rata, negra, de río, pinté anoche, con témpera (nuevo material), en una página del libro (ejemplar único, colección animal, Zo.0) MunChito. Está bebiendo agua , antes de amanecer, y al mismo tiempo acechando los fondos del cauce. Tres muchachas, de Munch, la observan desde la barandilla del puente sobre el río. 

Y ahora bajo a la radio. Esta vez con José Marrero y Castro. Hablaremos de viejos tiempos, a nuestro parecer, y de su libro Las edades. ¿Tendrá Curbelo Aldea en la sala de máquinas?

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