miércoles, 16 de julio de 2014

Se nos murió el loco amante,
se nos fue sin confesión;
la amada más de lo mismo,
es un peligro el amor.

Es el amor una trampa
que mortalmente nos hiere.
Lamento que Celestina
corriese la misma suerte.

Necesito yo a esa vieja
que ponga pronto remedio.

Quien busca febril la gloria
no encuentra sino el averno.

¿No fue hasta el mismo infierno
por Euridice aquel Orfeo?
¿No ascendió el tal Dante
por Beatriz a los cielos?

¿No gozó su cuerpo y alma
el bueno de don Quijote
en tanto que Dulcinea
tuvo tan bello nombre?

Nadie quedó en la historia
que la historia se alegrara.

¿Se alegra de algo la historia
entre tantas machangadas?

Calisto ansió a Melibea
y recurrió a Celestina,
nunca hubiese recurrido;
halcones hay que aniquilan

si malas artes empleas,
quien no lo logra por buenas
no hay razón que lo remedie
ni magia lo desenvuelva,

una es razón de mentiras,
la otra es magia siniestra,
malhadado se ha de lograr
lo que niega Naturaleza.

No sé si es Naturaleza
o falseada cultura.

¿Importa quién el verdugo
o el hacha que te tritura?

Es verdad toda mentira,
ay, mi cabeza se enreda,
no sé si son peras o guindas
lo que al saber me llega.

Me sabe dulce lo amargo
y lo amargo a hierbabuena;
quien habla lo que no sabe
acaba hablando sus penas.

Ya me despido, señores
y señoras preferidas,
de estar en estos renglones
con las letras de la vida.
Predicar en el desierto
es gastar sabia saliva,
ni los espejismos oyen,
exceso de habladuría.
Sólo se queda el cuentista,
sólo se queda el cuento,
me retiro en verano
a los cuarteles de invierno.

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