viernes, 29 de agosto de 2014

lecturas, 2

Ayer, cuando salí de La Granja, en una mesa libros que ponen para que se lleve la gente. Un ejemplar esta vez.
El tomo II de La Regenta
A pesar de haber sufrido a los ovetenses y gozado con la damas de Oviedo durante muchos años, no había leído la novela de Clarín. Las nubes movidas por el viento en la primera frase me echó patrás. Cojo el segundo tomo, que comienza con el capítulo XVII. Suspiro de alivio pensando que me ahorré 16 capítulos. Leo caminando mientras voy a la parada de la guagua. Mi madre. Cómo me equivoqué con Clarín. Qué buena novela. Tenía que haberla leído hace tiempo. Fabrica muy bien a los personajes y los mueve con maestría. Falla un poco en el diálogo. Casi ausencia de habla en los personajes campesinos o sirvientes. Asturias tiene fama de gente vana y mal cristiana. Pero lo de menos es que Vetusta sea Oviedo. Vetusta es Vetusta. Una ciudad de monigotes que se las dan de saberlo todo y de estar a la última. En el tiempo de la novela, a la última en religión. La beatería es la que está de moda, y el tonto de don Fermín, el santo clérigo enamorado como un piojo platónico de Ana Ozores, quiere convertir en una beata a su platónica enamorada, así pueda verla más. Hay conatos de coqueteo carnal, pero tan inocentes que casi no se ven si no te fijas bien. El que quiere carne de Ana sin más pijadas es un tal don Alvaro, un caballero mundano y corrupto. Se puede sospechar que Nabokov conocía La Regenta. El ardid cómo se cuela don Álvaro en la casa de La Regenta, adulando al marido de Ana, está casi calcado en Lolita. Seguramente casualidad. El capítulo de celos, uno en que don Fermín, con su catalejo en el campanario, vigila cómo don Álvaro y doña Ana pasean juntos por el parque. El ataque de celos me recuerda mucho, aunque en La Regenta narrado sin moralina, al del cuento "El derbi" en Retrato de Marlou Diesel. En fin, cerca de cien páginas llevo de este segundo tomo y aún, aunque le encantan los cortejos caballerosos de don Alvaro, todavía Ana Ozores no le ha puesto los cuernos a su marido. Si no estoy equivocado, eso será con el magistral, el clérigo, don Fermín de Pas. Boquita de oro.  
*

Me dejó mi amiga en La Laguna. Vi a Agustín. Nos alegramos de vernos. Nos fuimos a tomar un trago a la terraza de un bar. Siempre es grato hablar con Agustín. Le pregunto cuándo va a estar "esa antología". Me dice que pa Septiembre (no sé si de 2018) y que tiene 45 autores. Hay donde escoger. Otro libro para la compañía J & J. Ya hablaré de esta compañía internacional. 
Se sienta un amigo de Agustín. La suegra lleva muerta dos años, y el hombre todavía sufre escalofríos cuando piensa en ella. No contó nada concreto, qué le hizo, que pasó. Nada. Lo mucho que la odiaba y punto.
Una llamada interrumpe mi curiosidad. Buenas noticia, como si hubiesen quitado un ladrillo del cielo. No cuento nada, no sea que el primer hijo puta intente poner otra vez el ladrillo. 
*

Otro que odia, pero este a su mujer, es mi tocayo.
Había tres en la puerta del bar que parecían Averroe, Sócrates y Rousseau. Averroe hablaba con argumentos algebraicos. Mi oído no los asimilaba, hablaba bajo.
--La maldad de la sociedad y la maldad de la tribu, tú compara --decía Rouseau.
--La maldad también es un invento --intervino el otro.
Animó a Jesús e contarme su cuento dramático. Su odio a la ex mujer.
--La mujer es el bicho más hijo de puta que ha parido la tierra.

Pienso en la maldad de Ana Ozores. Es lo único bello que Clarín pinta en su novela, pero... 

Pienso en los ejemplares únicos. La palabra clave. Instinto. No sé si el instinto, como hablaba el otro día con el Capitán, tendrá, como la intuición, valor filosófico. Pero eso da igual. Somos animales. Regreso a cuando el ser vivo era puro instinto. El cielo se abre por ahí. Sospecho. 

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