lunes, 25 de agosto de 2014

Se queman los últimos cartuchos de agosto. Aquí y allá. De aquí para allá y vuelta a empezar. El tedio no está fuera, aunque también. Es una enfermedad interior. Todo me molesta.
Me molesta que un camarero me pregunte si no me gustó la comida.
Me molesta que el sujeto que me llama por la mañana me pregunte si estaba durmiendo o qué. ¿A ti qué te importa, belillo, si duermo o me ducho o voy de putas? Primero pórtate como un hombre y luego pregunta. Ya veré si contesto. Mejor el tedio que soportar que te metan un dedo en el ojo.

--Bueno, te hace compañía --se refiere al gato, es la vecina. Tiene buena intención. Al diablo las buenas intenciones. Me chirría en los oídos la palabra "compañía", y "animal de compañía", más aún, y "mascota" no la soporto.
Mi registro de palabras mengua. Mejor. No hay mucho que decir. Entre cantar las boberías de siempre o callarse, la solución es hablar en arameo con el gato. Su compañía me interesa poco. A veces incluso lo ahuyento, soy más grande que él, para que no me ande molestando. Y a veces lo dejo que moleste, me entretiene, me hace compañía.
--Relajate.
Vale, me relajo, ¿qué más ordena el señor?

Ayer con Jose, paella en su casa, y ejemplares únicos. Seguimos.

Otras cosas ni las cuento. Se me está agriando el carácter. Soporto a muy poca gente, y no mucho rato.

Agosto.

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