viernes, 27 de marzo de 2015

en la escalinata de Ibrahim

Sentado en la silla
sintiendo entrar el sol
en la escalinata de Ibrahim.
Mujeres en la plaza
desaparcan sus coches,
un Ford blanco,
una berlina azul,
maniobran al mismo tiempo.
Detrás una furgoneta comercial.
La furgoneta sube,
los coches bajan.
El viejo Paco, Bin Laden,
sale del bar. Dice
Ahora el sol está al revés.

Ahora soy yo quien está
sentado al lado del sol,
y no le cedo el sitio.

*
Ayer con Ramón fuimos a llevarle la lunula 29 a Juan. Jodido de la rodilla. Ramón vacilando, dice que la cojera se pega. En fin, dos cojos y un aguerrido andante. Fuimos frente al Guimerá. Vino tinto, croquetas, etc. Nos alimentamos. Las penas con vino son menos.
Hablamos de pasada del caso del avión, el silencio del copiloto. Ramón sospechó problemas del hombre con su empresa. Improbable. Todavía pollo con el comandante es posible, que te abra Rita la puerta. Pero parece que tampoco.
Enfila la máquina contra la montaña y adiós días lluviosos. Detrás una baja médica rota. El hombre quiso ir a trabajar.
Oí en la radio, de pasada, que tenía problemas con una mujer, quizá la novia.
Ni avería del aparato, ni atentado. Un suicidio con daños colaterales. El avión y 149 personas.
Andreas Lubitz salió del anónimato y entró en los quince minutos. Sin crueldad. 

Otro de los asuntos que hablamos frente al Guimerá fue el valor de la civilización --sí, mucha enseñanza en valores-- y el valor del fanatismo. El fanatismo es pasión, pasión sexual, la adrenalina de la que hablaba el futbolista Piquet, el otro día en la radio, cuando juega al póquer en Las Vegas. Una civilización sin amor, ¿adónde lleva? No hubo respuesta, ninguno tuvimos una respuesta.

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