viernes, 20 de marzo de 2015

luz de gas

Hoy pensaba bajar a Santa Cruz Noir. Allí me espera un libro. A veces la distancia que hay entre un libro y uno es la misma que hay entre Aquiles y la tortuga.
El género negro policial detectivesco en Canarias lo acotan tres autores: Javier Hernández (comisario del acto poético político municipal), Alexis Ravelo y José Luis Correa, con Gambín en el banquillo. De los dos últimos no he leído nada. Sé que Correa (disculpas si es con s) es profesor de instituto, y Gambín escritor de éxito. Sí he leído a Alexis y a Javier. La letra de Alexis Ravelo es más callejera, la de Javier más de laboratorio. Como el cuento pornográfico feminista que aporté a Lúnula 29.
Cuando caminaba pabajo, estaba pensando en los otros dos cuentos canarios en el número 29 de la revista del Ateneo Obrero de Gijón. Deduje que también es literatura de laboratorio. El cuento de Marcelino Marichal parte de un objeto real y el autor lo somete a dosis de fantasía e imaginación, con pinceladas de humor y sexo celeste. El cuento de Juan Royo está más vinculado a la realidad, pero en las antípodas. Uno, el de Marcelino, narra episodios de un loco que se cree asesino; el de Juan, un asesino que si no asesina se vuelve loco.
El de Marcelino, además, podría ser acogido en el género negro policial. Tiene todos los componente. Un comisario, su ayudante.
Y la realidad en el parque La Granja. A trompada limpia. Convertida en ficción. Películas en Google.
 En Santa Cruz Noir, ficción nada más, ficción que quiere ser real, entrar en la Corte.
Y los barrios cantando. Cada loco con su tema.



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