jueves, 26 de marzo de 2015

una novela

El miércoles hablaba con Nguyen de los límites en la pintura y en la vida. 
Romper límites sin estrellarte no es fácil. No sé si la moral kantiana tiene que ver con esto, no creo, pero con el filósofo del tractatus sí. Este pensador ocupa toda la linfa que corre por la novela del gigoló. Lo hacen correr dos personajes inspirados en dos amigos. Una discusión sobre los límites del lenguaje recorre el cauce de sus vidas.
También hablamos de la amistad. Quién es amigo hoy puede no serlo mañana. En esto no sé si estoy de acuerdo. Yo creo que la amistad es una condición sin vuelta atrás. Dura toda la vida. Da igual que los amigos hayan desaparecido o se hayan enemistado. Siguen viviendo en la música del alma. Es inevitable.

La amistad está en el telón de fondo de la novela Por un beso de la flaca. De Esteban García Bacallado, Edicciones Idea. Colección Tid. 1995. 
Me llegó el otro día esta novela y la puse en la mesanoche. Entre Que no se enfríe el muerto, de Silver Kane, y No dejes que se vaya, de Corín Tellado. Hace tiempo que no las miro. Recuerdo más la de Corín. El marido se aleja de la mujer porque la bella, dueña de una fábrica, permite las malas condiciones de los obreros. 
En la novela de Bacallado también el marido abandona a su mujer, Dorotea, nada que ver con la profesora. Pero esto ocurre a la mitad del cuento. 
El comienzo es este:

Su pelo, sus ojos y su cuello se metieron en mí igual que un rayo por la ventana. Hace más de veinticinco años que la conocí. Era mi profesora de literatura. 

Es curioso, yo recuerdo una ventana. Por la ventana entraba el sol. El mismo escenario que la novela. Un instituto cerca de la antigua cárcel. Los mismos personajes. Yo y mi profesora de Literatura. Me pidió que le ayudara a llevar los libros...
Bueno, lo que importa es la novela. La novela me despierta recuerdos de otros tiempos en esta ciudad, una atmósfera que yo también viví. Comienza en los años de la transición. Puertas abiertas a las drogas duras. La profesora, la flaca, casada con un inútil, usa al alumno como entretenimiento, y el alumno contento, disfrutando de una gloria sexual que nunca más conoció en su vida. La Flaca desaparece de su vida. Se entretiene con otros y se mete en el caballo. Eso es lo único que el alumno sabe de ella. Y que tuvo un aborto. Se lo come la duda. No sabe si es de él o del marido. 
Después del instituto viene la universidad, y allí tiene una novia que ni pena ni gloria. Dorotea. Sexo rutinario. Conversación rutinaria. Se casa con ella. Se cansa de tanta rutina y se separa. 
La hija hace de celestina y lo devuelve a la madre. Tiempo de sexo un poco más divertido. Y él yendo a una academia de creación literaria a la que también, regreso físico a la historia, también va la Flaca. La Flaca ya no lo quiere para nada, y su mujer tampoco. Tiene a otro. El alumno de Creación Literaria en casa, atendiendo a la hija, pero en la intimidad tiene otro, seguramente más divertido, mejor rompedor de horizontes, etc.
En el telón de fondo una gama de amigos. Amigos luminosos y amigos sombríos.
Es una novela lírica, salvaje como Silver Kane y tierna como Corín Tellado. Colores y músicas marcan el estilo. 

La novela comienza en el instituto, después de una infancia marcada por el miedo.   

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