Dicen que el hombre taciturno, excesivamente callado, se vuelve desagradable; pero los que hablan sin parar irritan y aburren a sus oyentes. Tenemos que evitar las palabras inútiles pero sin caer en el laconismo exagerado, incompatible con la delicadeza. Eso dicen.
Tenía sed y vi a la mujer de agua. La bebí entera, hasta la última gota. Hoy me persigue la Justicia por haber eliminado a la mujer de agua. Ahora tengo hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario