lunes, 4 de julio de 2011

"Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo". Asi reza el comienzo de un cuento de Borges, con esta pancarta que será para nosotros el primer mandamiento del oficio. Cada cual puede hacer lo que quiera cuando ya no esté aquí, pero mientras están aquí, la realidad no sólo será acto de fe sino ley irrenunciable. Es decir, empezamos por lo más complicado, lo más tortuoso, y a la vez, lo más claro y sencillo. Claridad y realidad en el vino, el agua y la letra. Lo demás son ganas de filigranas que si hubiera peligro de muerte, cada vez que se escribe para lucir el estilo, no sufriríamos la inflación de banalidades que nos acorralan. La fantasía es un estadio superior, vale. Pero quien se lanza a la fantasía sin hacer el cuartel con la realidad, digo yo que hace un mal recado.
La realidad es que el otro día fui al rastro de S/C. No es como el de Madrid, por supuesto, pero incluso en el rastro de S/C podemos encontrar textos que no son para botar a la basura, a menos que tengas aprehensión a un libro que ha sido manoseado por otras manos y otros ojos, vete a saber cuáles. Compré dos. Lo mejor el precio: un euro.
"El elogio de la madrastra", páginas de Vargas Llosa con extensión de novela, pero que gana en altura si le quitas episodios que quieren ser colaterales, dirigidos a una elite intelectual, pero que sobran e incluso molestan al cuento principal. Personajes: una madrastra, un marido, el hijo del marido y una criada mulata. El asunto es la pederastía femenina. Es el segundo cuento que leo en poco tiempo sobre la misma cosa. El primero va al norte y el segundo va al sur. Parecen dos piezas, macho y hembra, de un mismo enchufe. En el de Fonseca, es la mujer (una profesora) la que "pervierte" al niño, que se vuelve más inteligente, más estudioso, más animado e incluso se le cura la tartamudez. El padre no sólo le enseñá al hijo cómo ha de mentir al policía que quiere enchironar a la profesora, sino que lo anima a que siga yendo a sus clases particulares. En el de Vargas Llosa es un niño --delicioso como un demonio-- quien "pervierte" a la madrastra, hasta hundirla en la miseria, a ella y a su padre. El cuento concluye con la criada mulata cayendo a su pesar en las presas del pequeño demonio. Hubiéramos querido verla preparando un veneno, pero no, no prepara ningún veneno. La realidad se impone.
El otro libro comprado es "Los papeles de Aspern", de Henry James. Una lucha, sin alardes, entre la hipocresía y la honestidad. El final es triste. Gana la honestidad. Piensen en estas paradojas.

1 comentario:

Riforfo Rex dijo...

Me apunto eso de antes de lanzarse a la fantasía hay que hacer el cuartel con la realidad.

(palabra clave: reiolya. Suena a nombre de rusa de película de Tarkovsky. La chica que te espera en el campo junto a la valla, a la sombra de un -ignorancia sobre la flora rusa.)