viernes, 3 de febrero de 2012

divagaciones

Esta mañana el gallo me despertó con dos coplas de diferente procedencia:

"es bueno tener mujer
que te ampare y te consuele,
mas pa que otro se la pele
lo mejor es no tener".

del gaucho Martín Fierro, y la otra copla era la anónima medieval hispana:

"por mayo era por mayo
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
si no yo, triste, cuitado,
que no sé cuándo es de día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matémola un ballestero,
déle Dios mal galardón."

En las palabras de Martín Fierro no hay el amor cortés que se respira en los versos de la otra parte. Quizá por eso son más bellos, más contundentes, más a ras de tierra, que es el lugar que normalmente habitamos. No sé por qué, las coplas fueron transformándose en prosa. Y apareció el recuerdo de un cuento de Nabokov (el capitán M se llevó de La Maldad ayer el libro del ruso sobre la ficción narrativa de sus predecesores rusos). Un individuo llega a la casa porque se ha olvidado algo o porque recuerda que ese día no tenía que ir a trabajar. Encuentra que su mujer está con otro, no sé si como ballestero matando de placer a la avecilla o simplemente pelándosela. Seguramente esto último.
La atmósfera del cuento (recomiendo leer la reciente entrada de el bosque quemado), recuerda a la del personaje del Ulises, de Joyce,que pasa por un trance cortado por la misma tijera. En el Ulises, el sujeto se retira precavido y se va a dar una vuelta por Dublin. En el cuento de Nabokov, reprocha a la mujer su acción. Y la mujer le dice que si no le gusta que lo engañe, que se mande a mudar. Ahí empieza su desgracia.
En fin, de la prosa del autor de Lolita, pasé a la imagen: el cuadro de Duchamp El gran vidrio o La novia y los nueve solteros, del que se podría hacer una versión que se titulase Blancanieves, los siete enanitos y el dueño de la máquina de chocolate.
Supongo que algo de todo lo dicho lo aprovecharé como material en el cuento que me toca hacer en una acometida, no sé si realizable, que planea el Club de los Negocios Raros.
El día que me enamoré de Cristina Tavío, es el título de mi cuento. El inicio es una foto de la señora Tavío con falda de vuelos, un tanto ridícula, la prenda. Empeño de una moda que ojalá no prospere. El final aún no lo sé; pero el nudo... sospecho que se me revelará está tarde noche en

LIBRERÍA del CABILDO
el Sáhara como metarrelato
de
José María Lizundia Zamalloa
con
Victor Roncero y Jesús Manuel Pérez Triana en la mesa...

y entre el público: ...

No hay comentarios: