lunes, 13 de febrero de 2012

en el tranvía

--¡Luis! --dijo Clara cuando me vio. La había visto yo antes en la parada Guimerá del tranvía y me hice el encontradizo.
Una ráfaga fuerte de viento me alojó ese estado de emoción dura, enjuta y pesada, normal cuando alguien especial te llama con un nombre equivocado. Cuando me pongo así, me cuesta pensar y soy lento en comprender. Pero hace tiempo que sé que no me llamo Luis. Jesucristo, qué poca suerte tengo ultimamente, pensé. Cuando no me despachan con una disculpa que no se corresponde con los hechos --para irse con otro, como S el otro día, que me dejó colgado y se fue con AP-- me confunden con una entelequia.
--Chitosky --rectificó Clara, con muestras claras de que se alegraba de tenerme de nuevo frente a su mirar de enigmas--. Qué raro, no conozco a ningún Luis.

En el trayecto del tranvía recordó a tres Luis, pero eran del pasado. La creí. Su voz tenía el sonido de la verdad. Al otro lado de las cristaleras del transporte urbano se sucedían los rótulos: Tienda Lin-chao, Farmacia La Pastilla, Casa de Ricardo... en sucesión de variados colores.
Hacía tiempo que no veía a Clara. A pesar de la confusión, con la alegría de verla olvidé a un inexistente Luis.
Quedamos en cenar este próximo miércoles. (No recuerdo si me invitó ella o la invité yo.)
Bajé en Cruz del Señor. Clara continuó viaje, destino La Trinidad. Volví a subir al tranvía, destino Itercambiador. En el Tea, después de la contraseña ("lector"), una carta de Sibi encargándome un trabajo, y otra de Campanilla, con una crítica sobre el Libro del cuervo que me ahuyenta las dudas de haber publicado ese libro.
Ese libro al que la realidad va plagiando. Al personaje le hacen una entrevista ignominiosa en el periódico de la ciudad donde vive. No sé si la que me hicieron a mí el otro día en esta ciudad de Las Colillas... En fin, el mundo sigue. Los buenos contra los malos y los malos contra los buenos. Cada bando con sus hinchadas de neuróticos y paranoicos, y uno viajando al Sur. Mañana, Dios mediante, haré la crónica del viaje al Sur.
(Ay, Marlene, qué complicado es seer hombre.)

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